sábado, 3 de mayo de 2008

Una luz en la penumbra. Algunos apartes de la vida y obra de Wilhelm Conrad Röntgen.

El descubrimiento

El Instituto de Física de la Universidad de Wurzburgo funcionaba en un edificio de tres pisos sobre la amplia avenida Pleicher Ring, donde además tenían su residencia el profesor Wilhelm Conrad Röntgen y su esposa Anna Bertha Ludwig. En el tercer piso estaban las habitaciones del matrimonio Röntgen. Tenían un invernadero, lugar de descanso favorito de la Sra. Anna Bertha.
El profesor, Director del Instituto de Física y para ese entonces Rector de la Universidad de Wurzburgo, tenía la costumbre de trabajar solo en su laboratorio, que funcionaba en el primer piso, en la oficina 119A.
Era la tarde del viernes 8 de noviembre de 1895. Röntgen estudiaba las propiedades de los rayos catódicos, ya descritos por Philipp Lenard. Estos rayos invisibles eran capaces de producir luz al chocar con algunas sustancias, fenómeno conocido como fluorescencia. La luz emitida por el tubo de rayos catódicos interfería con sus observaciones, por lo que Röntgen decidió cubrir el tubo con trozos de cartón negro. Para verificar que el tubo había quedado adecuadamente recubierto, apagó las luces del laboratorio e hizo circular corriente por el tubo. Satisfecho con los resultados, se disponía a encender las luces cuando observó una tenue luz que provenía de una mesa cercana. Desconectó el tubo y lo volvió a conectar varias veces. Pudo darse cuenta que la luz era producida cada vez que activaba el tubo de rayos catódicos. Encendió un fósforo para ver el origen de esa extraña luz, y descubrió una placa recubierta de una sustancia fluorescente, la cianoplatinita o platinocianuro de bario (BaPt(CN)4 · 4H20), un compuesto amarillento preparado por el químico Leopold Gmelin, de Heidelberg.
En los laboratorios de la época, los científicos contaban con una gran variedad de equipos, artefactos, herramientas y sustancias, por lo que no era raro que hubiera placas fotográficas, bobinas y otros elementos disímiles en un mismo ambiente de trabajo. Aunque no es claro el origen de la cianoplatinita en el laboratorio de Röntgen, no parece haber tenido dificultades para obtenerla. Lenard, en cambio, nunca tuvo fácil acceso a esta sustancia fluorescente, pues su jefe, Heinrich Hertz, mantenía estos elementos bajo llave. Con dificultad, Lenard logró convencer al Sr. Wirtz, asistente del laboratorio, de que le prestara momentáneamente algunos de los frascos de la «colección de platinocianuros» de Hertz. Lenard escasamente podía observar su fluorescencia al acercarlos a su tubo de rayos catódicos, e inmediatamente tenía que cerrar los frascos y entregarlos, sin poder analizar a fondo este fenómeno.
Cuando es estimulada por rayos X, la cianoplatinita emite luz a una frecuencia de 485 a 565 nm, que es de un color amarillo verdoso. En condiciones de penumbra, los bastones de la retina responden con mayor sensibilidad a las frecuencias que se encuentran entre 470 y 555 nm. Por una magnífica coincidencia, la cianoplatinita con que Röntgen contaba resultó ser la sustancia perfecta para ser detectada en las condiciones de oscuridad en las que se encontraba su laboratorio, pues su emisión máxima, a 515 nm, está muy cercana a la sensibilidad máxima de la retina en la oscuridad, 510 nm. Es posible que la falta de acceso a la sustancia fluorescente más sensible a los rayos X haya sido uno de los principales factores que impidieron que Lenard se diera cuenta de la existencia de dichos rayos durante sus propios experimentos. Pero hay otra coincidencia magnífica, de gran relevancia para el descubrimiento: Röntgen era daltónico. Aunque no es posible predecir la manera en que el profesor veía, se sabe que para los daltónicos la luz en la frecuencia de 500 nm no es vista de color verde, sino neutra, es decir, como un destello blanco. Esto significa que Röntgen era la persona perfecta para estar en condiciones de penumbra, pues su discromatopsia lo hacía más sensible a la luz emitida por la mejor sustancia posible para tener en esas condiciones, el patinocianuro de Bario. Lo que siguió no fue una coincidencia sino un claro ejemplo de método científico. Röntgen repitió el experimento varias veces, con cambios en la distancia entre la lámina fluorescente y el tubo, y pudo verificar que siempre se reproducía la fluorescencia.
Sólo había una posibilidad: alguna clase de emanación proveniente del tubo producía efectos fluorescentes, a una distancia mucho mayor que la conocida para el caso de los rayos catódicos. Si esta emanación era capaz de atravesar una capa de cartón, Röntgen quiso saber si sería posible que penetrara a través de otras sustancias. Interpuso hojas de papel, libros encuadernados de cerca de mil páginas y bloques de madera de pino, obteniendo resultados similares. El plomo y el aluminio parecían detener por completo este efecto. Mientras sostenía algunos de estos objetos, detectó un fenómeno sorprendente, que lo hizo considerar si lo que realmente pasaba era que se estaba volviendo loco: su mano producía una sombra que se proyectaba sobre la lámina fluorescente, pero esta sombra era muy peculiar, pues dejaba ver las partes invisibles de su mano, es decir, sus huesos. Las partes visibles, como la piel y las uñas, no se observaban en la sombra.
Durante las siguientes 7 semanas se dedicó de lleno a su trabajo de investigación. Su esposa refirió que Wilhelm cenaba encerrado en el laboratorio, e incluso trasladó su habitación allí, donde tendría la oportunidad de probar al instante cualquier nueva idea que se le ocurriera, de día o de noche. Trabajó en secreto hasta estar seguro de la validez de sus observaciones, antes de presentarlas ante la comunidad científica. Una tarde, persuadió a su esposa a que le ayudara con uno de sus experimentos. El resultado, la primera radiografía de un ser humano, la mano de Anna Bertha Röntgen. Al ver la fotografía, Bertha difícilmente creyó que esa huesuda mano era la suya, y se estremeció al pensar que podía ver su esqueleto. No quiso volver a participar en los trabajos de su esposo, pues la experiencia le pareció como una vaga premonición de la muerte.
Para el profesor Röntgen, el registro fotográfico de los huesos de la mano de su esposa fue la confirmación de que no estaba alucinando. El profesor Röntgen utilizó varias placas fotográficas, con las que pudo obtener registros de diversos objetos fotografiados con esta nueva «luz», invisible al ojo humano y nunca antes registrada.
Luego de sus meticulosos experimentos, Röntgen se convenció de estar frente a un descubrimiento nuevo, y preparó un corto manuscrito titulado «Sobre un Nuevo Tipo de Rayos», que entregó al Secretario de la Sociedad Física y Médica de Wurzburgo, el 28 de diciembre de 1895.
Según la norma de esa Sociedad, antes de su publicación, se requería de la presentación oral de los trabajos. Dada la magnitud de su descubrimiento, Röntgen solicitó su publicación sin haberlo presentado previamente, pues no habría más reuniones de la Sociedad sino hasta el nuevo año. Este manuscrito histórico apareció en las últimas diez páginas del volumen de la Sociedad correspondiente a 1895, y recopila las extensas observaciones de Röntgen acerca de los «rayos X», denominados así por su naturaleza desconocida.

Divulgación de la noticia

Para acelerar la lectura crítica de su trabajo, el profesor envió copias de su artículo a algunos físicos reconocidos, muchos de los cuales eran sus amigos personales. Entre ellos, uno de sus condiscípulos, el profesor Franz Serafin Exner de Viena, quien, tras recibir el «paquete» de año nuevo, divulgó el descubrimiento entre algunos colegas, incluyendo al profesor Ernst Lecher de Praga. El padre de Lecher era entonces el editor del periódico local «Die Presse». Reconociendo el inmenso valor noticioso del descubrimiento, preparó de inmediato un artículo acerca del revolucionario descubrimiento del «profesor de Wurzburgo» para la edición de la mañana siguiente, la del 5 de enero de 1896. En esta edición se cometió un error al transcribir el nombre del descubridor, quien por ese día se llamó «Routgen». A propósito, el apellido del descubridor de los rayos X se escribe Röntgen. En español, lo correcto es que se conserve dicha grafía. La carencia de diéresis en el idioma inglés llevó a la transformación de la ö por el grafismo oe, Roentgen. Es un error transcribir al español el apellido alemán con la grafía inglesa. A pesar de su error tipográfico, el editor del periódico vienés fue lo suficientemente perceptivo como para escribir que

« ...biólogos y médicos, especialmente los cirujanos, se interesarán
en este nuevo Rayo, en la medida en que se pueden abrir nuevos
caminos con fines diagnósticos.»

La noticia fue copiada por otros periódicos europeos; El «Daily Telegraph» de Londres tenía un corresponsal en Austria, quien telegrafió la noticia a su periódico. A su vez, un corresponsal del «Sun» de Nueva York envió por cable la noticia a su diario. Gracias a la diferencia horaria, la noticia apareció a ambos lados del Océano Atlántico el mismo día: el 6 de enero de 1896.
Para el 7 de enero, la noticia se había diseminado a través de los periódicos del sindicato de «Associated Press», al que pertenecía el «Sun» de Nueva York. En el «St. Louis Dispatch» , el descubrimiento fue comparado con un fenómeno sobrenatural. Irónicamente, el periódico de Wurzburgo anunciaría el sensacional descubrimiento sólo hasta el 9 de enero. La noticia llegó a Colombia gracias a una carta que escribiera Don Ángel Cuervo, residente en París, a su hermano Rufino José Cuervo, en la que le informa de la «luz X... que transparenta el cuerpo.»
La carta, fechada el 25 de Enero de 1896, fue publicada en el diario Bogotano «La Época», el primero en difundir la noticia en nuestro medio. Algunos apartes de dicha carta (sic):

«...El lunes último oí dar cuenta en la Academia de Ciencias de un
descubrimiento pasmoso hecho en Alemania. Ví reproducida en un
negativo una mano abierta de tamaño natural, y al acercarme y verla
contra la luz observé que se descubrían los huesos. La luz X (equis),
como la llama el profesor Rœutgue, tiene tan misteriosa potencia que
hace penetrar la fotografía hasta los huesos, pasando por la carne como
por vidrio. Con esta luz se transparenta el cuerpo, y graduándola se
puede ir descubriendo lo que hay en el interior, de modo que el desarreglo
de los órganos, los tumores ó cualquier otro daño aparecen á la vista del
médico ó del cirujano para que sepan lo que tienen entre manos y no
receten ó corten a ciegas como en ocasiones acontece...
Saludes...Su amigo de corazón, A. Cuervo.»

En la primera semana después del anuncio de su descubrimiento, Röntgen recibió cerca de un millar de cartas. La exagerada reacción de la comunidad científica y del público en general llevó a la invasión de la privacidad de los esposos Röntgen, con robos de «recuerdos» del laboratorio del famoso profesor. Sin embargo, Röntgen mantuvo siempre su sobriedad y modestia, y, ante los intereses económicos manifestados por algunos empresarios hacia su descubrimiento, declaró que

«de acuerdo con la buena tradición de los profesores
de la universidad Alemana, soy de la opinión de que los
descubrimientos e inventos pertenecen a la humanidad
y no deben ser limitados por patentes, licencias o
contratos, ni deben ser controlados por grupos exclusivos.»

Al respecto, Tomás Edison comentó:

«El profesor es de esos científicos puros que estudian
por el placer de explorar los secretos de la naturaleza.»

El descubridor

Después de conocerse el descubrimiento, el público se interesó por el hombre detrás de la ciencia. Como el origen de la noticia fue la ciudad de Viena, se pensó que el profesor era de Austria. Muy pronto se presentaron datos biográficos más acertados, que calmaron las ansias de los curiosos.
Wilhelm Conrad Röntgen nació en Lennep, Alemania, el 27 de marzo de 1845. Fue hijo único de Friederich Conrad, artesano y mercader en textiles, y su prima hermana Charlotte Constance Frowein, que provenía de una familia holandesa reconocida en los círculos industriales. La casa natal de Röntgen fue restaurada y convertida en biblioteca, como parte de un museo en honor al descubridor de los rayos X. No es clara la dirección de su residencia original, pues hay quienes aseguran que la dirección correcta es el 187 (o 287) de la calle del correo (Poststrasse), aunque también se menciona el mercado de los gansos (Gaensemarkt 1) como la dirección correcta. Cerca de allí, en el 41 de Schwelmer Strasse, se encuentra el resto del Röntgen Museum de Lennep. Cuando Wilhelm cumplió 3 años, la familia se mudó a la siguiente dirección en Apeldoorn, Holanda: 171 Hoofdstaat.
A los 17 años, Röntgen se trasladó a la casa de la familia Gunning (No. 62 de Nieuwegracht) en Utrecht, para comenzar sus estudios en la Escuela Técnica. Esta escuela preparaba a sus estudiantes durante dos años para su ingreso a una escuela técnica superior. Siendo un estudiante promedio, se enfrentó a un problema disciplinario que casi le cuesta su carrera académica. Por no divulgar el nombre de un compañero que hizo una caricatura de uno de los profesores, Röntgen asumió la culpa y fue expulsado de la escuela. Como pudo aclararlo el alcalde de Lennep en un acto conmemorativo del centenario del descubrimiento de los rayos X, la caricatura no fue dibujada sobre el tablero del salón de clases, sino sobre la superficie de la estufa que se usaba como sistema de calefacción.
Friederich Conrad Röntgen tuvo que esforzarse para obtener el permiso para que a su hijo se le realizara un examen privado que le daría el diploma o «abitur», credencial requerida para ingresar a la universidad. Durante casi un año, Wilhelm se preparó para este examen, logrando en este tiempo la comprensión y reconocimiento de su instructor. Sin embargo, llegado el momento de la prueba, su examinador se enfermó y fue sustituído a última hora por un profesor que había tomado parte activa en la previa expulsión de Röntgen. El examen no fue aprobado, y sus padres aceptaron con resignación el hecho de que su hijo no se había logrado adaptar al sistema educativo Holandés. Afortunadamente, recibieron de un amigo la noticia de que la Escuela Politécnica de Zurich aceptaba estudiantes sin las credenciales habituales, siempre y cuando lograran pasar un difícil examen de admisión. De esta manera, Wilhelm comenzó sus clases en 1865, y recibió su diploma de Ingeniero Mecánico dos y medio años después. Irónicamente, en su formación, Röntgen recibió un solo curso en física, dictado por el profesor Rudolf Clausius, hoy reconocido como el padre de la Termodinámica.
De todos sus profesores, el que mayor influencia ejerció sobre el joven Röntgen fue August Kundt, un brillante físico que remplazó a Clausius en la Dirección de Física en la Escuela Politécnica. Después de graduarse, Röntgen permaneció en el laboratorio de Kundt. Luego de un año, presentó su tesis ante la Universidad de Zurich, y recibió su Doctorado en Filosofía en Junio 22 de 1869.
Durante su estadía en Zurich, Röntgen, que vivía en el número 7 de Seilergraben, frecuentaba el popular café estudiantil «Zum Grünen Glas», nombre que ha sido traducido como «El Vaso Verde». El café era atendido por su propietario, Johann Gottfried Ludwig. Wilhelm se enamoró de una de las meseras, seis años mayor que él. Era nada menos que la hija del dueño del local, Anna Bertha. Con ligera desaprobación por parte de los padres de Röntgen, Wilhelm y Bertha se casaron el siete de julio de 1872. De acuerdo a la usanza, antes de casarse, Anna Bertha tuvo que pasar una temporada con su suegra, quien le enseñaría a cocinar a su futura nuera.
Kundt se trasladó a la Universidad de Wurzburgo en Alemania, e invitó a Röntgen a convertirse en su asistente. Röntgen consiguió una casa en la Veitshchheimer Strasse. Sin embargo, dados sus antecedentes disciplinarios y su educación formal «inadecuada», Röntgen fue rechazado por esa universidad. Se trasladó, junto con Kundt, a la Universidad de Estrasburgo, en donde completó estudios en diversos campos de la física. A Estrasburgo también llegaron los padres de Röntgen. Sus publicaciones le dieron reconocimiento suficiente como para ser invitado como Profesor a la Universidad de Giessen, importante cargo que aceptó a los 34 años de edad. Fue precisamente en esa universidad donde Röntgen llevó a cabo el experimento que él mismo consideraría como su mayor aporte a la ciencia, incluso por encima del descubrimiento de los rayos X.
Según el fallecido Richard Feynman, uno de los más importantes físicos modernos, el mayor logro científico de la humanidad en el siglo XIX fue el desarrollo de la teoría electromagnética por James Clerk Maxwell. Este brillante modelo matemático, que fue elaborado en forma teórica y puramente intuitiva, fue puesto a prueba por el profesor Röntgen en el Laboratorio de Física de la Universidad de Giessen. Tras un arduo trabajo que le tomó tres años, Röntgen diseñó y construyó un aparato capaz de detectar las débiles corrientes electromagnéticas hasta entonces sólo teorizadas por Maxwell, y conocidas como «corrientes de desplazamiento», las mismas que más tarde Lorentz propondría bautizar como «corrientes de Röntgen.»
La complejidad de estos experimentos - y la modestia de Röntgen- explican que su magnitud sea reconocida sólo por unos pocos. Entre esos, Max Planck y Albert Einstein, quienes por estos experimentos postularon a Röntgen ante la Academia Prusiana de Ciencias en Berlín, como candidato para ser recibido como Miembro Correspondiente.
El 1o. de octubre de 1888, Röntgen aceptó el cargo de Director del nuevo Instituto de Física de la Universidad de Wurzburgo, la misma institución que años atrás lo había rechazado.
En 1894, fue nombrado Rector de la Universidad de Wurzburgo. En su discurso de posesión, citó al profesor Athanasius Kircher, uno de sus predecesores en la dirección del Departamento de Física, quien, más de dos siglos atrás había dicho:

«La naturaleza con frecuencia revela los más increíbles
fenómenos de la manera más simple, pero estos fenómenos
sólo pueden ser reconocidos por personas con juicio agudo y
espíritu investigativo, aquellos que han aprendido a obtener
información de la experiencia, maestra de todas las cosas.»

Röntgen no se imaginó que sus palabras, en menos de un año, se aplicarían a él mismo. Después del descubrimiento de los rayos X, recibió numerosas condecoraciones, entre las más destacadas la medalla de oro Rumford de la Real Sociedad de Londres, la medalla Elliot-Cresson del Instituto Franklin de Filadelfia y la medalla Barnard de la Universidad de Columbia, por recomendación de la Academia Americana de Ciencia.
En 1901, se convirtió en el primer galardonado con el premio Nobel de Física. Röntgen donó el dinero de este premio (50,000 coronas) para el apoyo de la investigación en la Universidad de Wurzburgo.
El Emperador Alemán le concedió la Orden del Mérito de la Corona Bávara, que conlleva no sólo la condecoración y el honor, sino el título de noble. Röntgen aceptó la condecoración pero declinó el estado de nobleza, y nunca utilizó el codiciado «von», considerado símbolo de alto nivel social.

El primer premio Nobel de Física

De acuerdo a las actas de la Academia de Ciencias de Suecia, reveladas casi 70 años después de la entrega de este primer premio, se nombró un Consejo de Miembros de la Academia para la selección de candidatos a este galardón. El Consejo recibía recomendaciones de un Comité Consultor Especial, formado por cinco prominentes físicos suecos, entre los que estaban Svante Arrhenius y Anders Ångström. Físicos de varias partes del mundo fueron invitados a sugerir candidatos. Entre éstos, el mismo Röntgen, quien postuló a Lord Kelvin.
Al final de este proceso, se contaba con 29 propuestas, doce de las cuales favorecían a Röntgen. Una era a favor de Lenard, y cinco recomendaban una división del premio Nobel entre ambos científicos. El comité Consultor sugirió esta última opción, pero en sesión plenaria de la Academia de Ciencias se rechazó esta recomendación, pues el mismo Nobel había sido muy específico en cuanto a que el premio debía entregarse sólo al científico más destacado del año. La decisión fue unánime en favor de Röntgen.

Enemistad con Lenard

Aunque Philipp Lenard inicialmente admiró y respetó a Röntgen, su enemistad se inició en 1901, año en que le otorgaron el Premio Nobel de Física a Röntgen, por su descubrimiento de los rayos X. Lenard se sintió defraudado y hasta traicionado por Röntgen, y se convirtió en su más acérrimo contendor. Röntgen y Lenard compartieron dos importantes premios otorgados en Viena y en París, y Röntgen reconoció la importancia de los trabajos de Lenard y Hertz en su conferencia de presentación de los rayos X.
En 1905, Lenard recibe su propio Premio Nobel por su trabajo con los rayos catódicos, pero esto no disminuyó su odio por Röntgen. Según Lenard,

«Röntgen fue la partera en el nacimiento del descubrimiento...
tuvo la fortuna de presentarlo primero, pero yo soy la madre
de los rayos X. Así como una partera no es responsable
del mecanismo del parto, Röntgen no es responsable
del descubrimiento de los rayos X, el cual simplemente cayó en su regazo.»

Lenard sostenía que cualquiera habría podido descubrir los rayos X después de conocer su trabajo con los rayos catódicos, pero nunca dio una clara explicación de porqué él mismo no los descubrió. Tampoco mencionó que su trabajo se basó en las investigaciones del profesor Hertz.
La más clara evidencia de esta enemistad se demostró durante la Alemania Nazi, en la que Lenard ocupaba un importante cargo en la jerarquía científica. Philipp Lenard completó su obra monumental de cuatro volúmenes acerca de la Física Alemana, en donde no se hace ninguna mención de Röntgen -ni de Einstein- en el texto, y cuyo prefacio es una larga diatriba en contra de los judíos. Muchos dedujeron de esto que Röntgen pertenecía a la raza judía. Cuando el radiólogo norteamericano Lewis Etter interrogó a Lenard al respecto, éste respondió:

«No era judío, pero era amigo de judíos y se comportaba como ellos.»

En el cincuagésimo aniversario del descubrimiento, la Sociedad Física Médica de Wurzburgo solicitó al ministerio Nazi de Correos y Telégrafos la emisión de una estampilla conmemorativa en honor a Röntgen. El ministro Ohensorg era físico, alumno de Lenard, y rechazó esta propuesta aludiendo que ese honor era reservado

«sólo para los ilustres.»

En 1900, por solicitud del gobierno Bávaro, Röntgen aceptó convertirse en Profesor de Física de la Universidad de Múnich y Director de su nuevo Instituto de Física.
En octubre de 1919, murió su querida esposa Anna Bertha, su compañera por casi 50 años. En su soledad, Röntgen leía las noticias más importantes del diario a un retrato de su fallecida esposa.
Se retiró de su posición como Profesor de Física de la Universidad de Múnich en 1920, pero tenía a su disposición dos laboratorios, en los que continuó haciendo investigaciones.
El 10 de febrero de 1923, Röntgen falleció en Múnich. De acuerdo a su voluntad, su cadáver fue cremado junto con su correspondencia personal y otros documentos. Sus restos se encuentran junto a los de su esposa y los de los padres de Röntgen en el Alten Friedhof de la ciudad de Giessen.
Todos los que trabajamos en radiología debemos nuestra actividad diaria al ingenio y perseverancia de un hombre, el profesor Wilhelm Conrad Röntgen. Vale la pena reflexionar si en nuestro trabajo nos esforzamos lo suficiente como para honrar su memoria.


Aníbal J. Morillo, MD
Miembro Activo, Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina
Coordinador Académico
Departamento de Imágenes Diagnósticas
Hospital Universitario de la Fundación Santa Fe de Bogotá



Lecturas recomendadas

Dawson, P.: Röntgen’s other experiment. Br J Radiol 1997; 70: 809
Eisenberg, R.L.: Radiology. An Illustrated History. Mosby Year Book, St. Louis, 1992.
Esguerra Gómez, G. Los rayos X en letras de molde. Artículo reproducido en: Revista El Informador Médico, Edición especial «100 años de la Radiología». 1995; Año 9 No. 52: 12-17.
Farmelo, G.: El descubrimiento de los rayos X. Investigación y Ciencia 1996; enero: 64-70.
Friedman, M., Friedland, G.W.: Wilhelm Roentgen y el haz de rayos X. Cap.6. Los diez mayores descubrimientos de la medicina. Paidós Orígenes. Barcelona, 1999.
Glasser, O.: W. C. Roentgen and the discovery of the Roentgen rays. AJR 1995; 165: 1033-1040.
Linton, O.W.: News of X-Rays reaches America days after announcement of Roentgen’s discovery. AJR 1995; 165: 471-472.
Mould, R.F.: Invited review: Röntgen and the discovery of X-rays. BJR 1995; 68: 1145-1176.
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Patton, D.D.: Insights on the radiologic centennial- a historical perspective. Roentgen and the “new light.” – Roentgens moment of discovery. Part 3: The genealogy of Roentgen’s barium platinocyanide screen. Invest Radiol 1993; 28: 954
Patton, D.D.: Roentgen’s moment of discovery: a time for panic. Radiology 1996; 198: 497-498.
Riesz, P.B. The life of Wilhelm Conrad Roentgen. AJR 1995; 165: 1533-1537.