domingo, 8 de noviembre de 2009

gasoma o compresoma

Término usado para referirse a una compresa quirúrgica olvidada en el interior del cuerpo, luego de una intervención. Su terminación «oma» hace referencia al sufijo griego con el que se denominan las masas de diverso origen, y parece tener sentido semántico, dada su común presentación como un absceso o seudomasa. Se usa la variante gasoma para referirse a una gasa quirúrgica, usualmente de menor tamaño. Ninguno de los dos términos ha sido aprobado aún por la Real Academia Española, aunque he sabido de fuente directa que, desde hace unos cinco años, por iniciativa de la Real Academia Nacional de Medicina, en ese entonces bajo la dirección académica de Hipólito Durán, se conformó una comisión de expertos para elaborar un diccionario terminológico de medicina, empresa lexicográfica de gran magnitud, que seguramente permitirá tomar una posición «oficial» acerca de ésta y otras cuestiones semánticas.

Las gasas y compresas que se usan en los quirófanos deben estar marcadas con hilos opacos que permiten su detección radiográfica, siempre y cuando se cumpla con la norma sugerida de no usarlas en ningún vendaje externo. Sin embargo, como suele suceder con las normas que son dictadas por la lógica y no impuestas como obligatorias, no resulta raro encontrar gasas con hilos opacos en las radiografías de pacientes con vendajes ortopédicos y de otro tipo. En algunos casos, la presunción de que una gasa con marca opaca se encuentra en un vendaje puede posponer el diagnóstico de que se trata de un olvido quirúrgico.

En inglés, se ha acuñado el término gossypiboma, que algunos ingenuos consideran como relacionado con la palabra gossip o chisme, por los comentarios que pueden generarse luego de una complicación iatrogénica como ésta. Sin embargo, su etimología es más compleja: se basa en el nombre genérico del algodón (gossypium) y en el término suajili que significa escondite (boma). Con una etimología tan contundente, no sería descabellado considerar la castellanización a «gosipiboma», aunque probablemente no sería fácil diseminar su uso, y mucho menos remplazarlo por compresoma o gasoma, ampliamente difundidos en español. Estos últimos términos también superan en frecuencia al más genérico «textiloma», que incluye al algodón y otras fibras. Hay traductores y lexicógrafos que son de la opinión de que «gosipiboma» no es aceptable pues su etimología resulta demasiado oscura para cualquier hispanohablante.

Algunos de estos mismos expertos son los que han propuesto que un término de origen africano occidental, cuyo alfabeto no se parece al latino y que llegó al español a partir de una transliteración del inglés, pueda ser castellanizado sin mayores preocupaciones acerca de lo remoto de su etimología. Me refiero al término del idioma Ga de Ghana, que fue transcrito como kwashiorkor, cuya grafía propuesta en español es cuasiorcor.

(La transliteración es el proceso mediante el cual se pueden transformar los signos de un sistema de escritura a otro, para hacerlos entendibles por quienes desconozcan el idioma original. Por citar un ejemplo, del alfabeto cirílico ruso transformamos las letras Д y Л a nuestras D y L, respectivamente).

Como nota curiosa, se conocen como «retención» de gasa (o de otros materiales) a los casos de «compresoma», un eufemismo que para algunos sugiere un intento por trasladar la responsabilidad a la víctima, como si de alguna manera hubiera existido intencionalidad del paciente al «retener» el olvido médico. También se le ha llamado «granuloma» a «cuerpo extraño», por la reacción, no siempre granulomatosa, que conlleva dicho olvido, que no siempre resulta tan «extraño».

La Real Academia Española acepta el tecnicismo «oblito», del latín oblitus, ‘olvidado’, con la posibilidad de especificarlo como un oblito textil, como el «compresoma» o «gasoma» que inspiraron esta nota, o un oblito metálico, cuando el olvido tiene forma de pinza, tijera u otro instrumento. Por otra parte, «oblito quirúrgico» parece redundante, pues precisamente hace referencia a objetos «olvidados» (no retenidos a propósito) durante una intervención quirúrgica. El latín, considerado como una «lengua muerta», por cumplir con el requisito de no tener hablantes nativos, sigue siendo fuente de inspiración para acuñar términos médicos. Aunque no es común encontrar médicos que lo dominen, sigue pareciendo que un término creado a partir del idioma oficial de la iglesia católica sea «etimológicamente correcto».

Cuando accidentalmente (no necesariamente por olvido) se queda un fragmento de un catéter o de una guía en una estructura vascular, lo llamamos «cuerpo extraño». Para estos casos, los radiólogos tenemos codificado un procedimiento de «extracción percutánea de cuerpo extraño intravascular», término usado para describir un intento por corregir una iatrogenia o un error propio o de otros. Ojalá que una sección como ésta logre motivar a algunos a extraer los términos «extraños» de nuestro lenguaje.

Texto enviado a la Revista Colombiana de Radiología, para inaugurar una sección ocasional en dicha publicación, llamada Sala de redacción, en la cual se pretende incluir comentarios semánticos, gramaticales u ortográficos sobre algunos términos médicos o técnicos que encontramos comúnmente en la jerga médica oral o escrita en español. En Sala de redacción también se discutirán algunos problemas de traducción, el uso de neologismos, etimologías, usos indebidos y sugerencias para una mejor comunicación entre colegas y con nuestros pacientes.

jueves, 9 de julio de 2009

De la fauna y la flora en el mundo de las sombras (bestiario imaginológico).

El mundo médico ha sido infiltrado por los mitos, leyendas y relatos de diferentes culturas. Las descripciones semiológicas incluyen diversos personajes, animales, monstruos y embrujos, que hacen que las manifestaciones de las enfermedades resulten asociadas a historias pintorescas o fantásticas.
Algunas manifestaciones clínicas se basan en la descripción de recursos imaginarios o de oficios reales, originados en la literatura universal o en la cotidianidad. El lupus eritematoso hace alusión directa a un mamífero carnívoro (Canis lupus). El síndrome de Pickwick sugiere un cierto conocimiento de los escritos de Charles Dickens. El homúnculo de Penfield y Rasmussen, la rodilla del predicador (que en el mundo moderno es más común en un oficio menos elevado, el de instalador de alfombras), el árbol de la vida, el hocico de tenca y la maldición de Ondina parecen exigir al gremio médico un cierto grado de cultura, además de conocimientos de mitología (grecorromana y germánica, entre otras), biología y zoología.
El que estas denominaciones hayan logrado un lugar en la semiología indican un soprendente grado de libertad literaria, para una rama de la ciencia que predica el uso de la evidencia sobre el de la imaginación.
Sin embargo, no es cierto que sea necesario saber el origen de estos especímenes para reconocerlos en la práctica. Muchos colegas desconocen el hecho de que la definición de tenca es tan amplia, que hace alusión a especies tan disímiles como un pez o un ave. Así, sólo hace falta saber que el hocico de tenca parece guardar alguna similitud con el cuello uterino, aunque tengamos que imaginar cómo es el resto de ese animal. Tampoco es necesario conocer el mito de Medusa para reconocer su cabeza en el abdomen de un paciente cirrótico (caput medusæ). Ni hace falta saber que nadie nunca maldijo a Ondina (nombre francés de la sirena) o que el dios Amón se representa con la imagen de un carnero, de donde proviene la analogía del cuerno (Cornu Ammonis), pequeña pero muy importante región del cerebro, que además recibió, de parte del anatomista Giulio Cesare Aranzi, el nombre de otro animal, el hipocampo, que hoy asimilamos al pez disfrazado de caballo (Hippocampus ingens).
La imaginología, que no deriva su nombre de lo imaginario, sino de las imágenes, no es una excepción al uso de este recurso, hasta el punto de que se puede recopilar un verdadero bestiario, lleno de representantes de la flora y la fauna, así como otros ejemplos que, sin pertenecer a la biología o a la zoología, terminan siendo parte del mundo de las sombras, por donde deambulamos cómodamente los radiólogos. Por tratarse de seres u objetos que parecen tener vida propia, no es ilógico que esta costumbre trascienda las barreras idiomáticas. Así, encontramos analogías diversas para describir signos multilingües en las diferentes modalidades de imágenes.
Los árboles sirven de analogía perfecta para la descripción de estructuras vasculares y bronquiales. No importa si el árbol ha crecido tanto como para que sea necesario cortarlo (árbol podado), o si se trata de una alusión primaveral (árbol en gemación). Los conos o piñas de los pinos, así como el uso de estos árboles en las festividades navideñas, sirven para describir las trabeculaciones de la vejiga neurogénica, aunque su uso sea algo más común en inglés (pine cone bladder).
El alimento preferido de un interesante mamífero carnívoro convertido en vegetariano, se usa para describir la apariencia de las vértebras de los pacientes con avanzado compromiso por espondilitis anquilosante (columna de bambú). Por supuesto, me refiero al oso Panda (Ailuropoda melanoleuca), cuyo seudopulgar (realmente un sesamoideo radial más prominente que el encontrado en otras especies de la superfamilia Canoidea, que incluye a los osos (Ursidæ), perros (Canidæ), mapaches (Procyonidæ) y comadrejas (Mustelidæ)), ha sido objeto de extensas disertaciones por naturalistas.
El compromiso óseo de la enfermedad de Paget se ha comparado con una hoja de pasto; los tréboles se han usado para describir cráneos germánicos (Kleeblattschädel) y duodenos enfermos.
En algunas malformaciones craneocervicales, el cerebelo puede adoptar la forma de un fruto tropical (deformidad en banano). Los frutos del bosque, que en inglés se pueden recopilar en el término berry, sirven también para describir diferentes tipos de lesiones.
La apariencia de lirio marchito (drooping lily) es, por lo menos, bilingüe. Lo mismo pasa con el grano de café con el que se compara, en español y en inglés, el vólvulus del intestino grueso. En cambio, parece más común la descripción en inglés (incluso sin traducción al español) del abdomen arrugado que recuerda a una ciruela pasa (prune belly) en el síndrome descrito, entre otros, por los estadounidenses J.F. Eagle (águila-Aquila chrysætos) Jr. y G.S.Barrett.
El algodón puede producir «manchas» en los pulmones que representan la ocupación del espacio aéreo alveolar por líquido o secreciones variadas.
Un limón puede tener un matiz dramático, si se refiere a la forma que adquiere el cráneo en la ecografía del óbito fetal. El listado de plantas en este bestiario incluye pequeñas semillas (grano de millo), bulbos laminados (bulbo de cebolla- Allium cepa) o ramas (leño verde y corteza de arce, que, curiosamente, nada tiene que ver con la orina en miel de arce).

Los batracios no son el mejor ejemplo de belleza en el mundo animal. Así, un feto con aspecto de sapo anuncia una malformación incompatible con la vida, la anencefalia.
La mandíbula de un ave se ha usado para describir lesiones en tripas y rodillas (pico de loro-Amazona æstiva), aunque también le damos forma alada a la escápula. Un efecto secundario de la traducción, solo reconocido por los más avezados traductores, es que puede inducir a la transmogrificación de las especies: el edema pulmonar, que se distribuye en forma de alas, es descrito en inglés por su semejanza con las de un extraño mamífero volador (bat wing), mientras que en español se convierte en las de un insecto (alas de mariposa). Hay además una especie de metamorfosis a través de las especialidades, cuando la mariposa pasa de la neumología a la ortopedia (fragmento en mariposa, vértebra en mariposa). Algo similar ocurre con los cálculos no matemáticos, que en español llamamos coraliformes, aunque en inglés recuerdan la cornamenta de los ciervos (staghorn).
El término steinstrasse (calle de piedras) da cuenta del origen bávaro de la litrotripsia extracorpórea, precisamente la causante de esa calle, (que puede ser de tres tipos, de acuerdo al tamaño de las piedras). En inglés se ha conservado el término alemán, el cual resulta más poético que su traducción más técnica al español por calle litiásica (en cuyo caso prefiero calle o camino de piedras, que no es lo mismo que una piedra en el camino), divagación que me lleva por un camino empedrado, que podría pasar por el estómago en cascada, pero que al llegar al pulmón anglo parece perder la cordura, para llamarse crazy paving.
Al salirme del ámbito de la zoología, me encuentro en las imágenes con ingredientes o amuletos que bien podrían pertenecer a la culinaria o a la hechicería (artes que pueden ser consideradas hermanas): linguini, manzana mordida, cáscara de naranja, cáscara de huevo, panal de abejas, gota de lágrima, palomitas de maíz, herradura, tres invertido, sal y pimienta, tallo de apio, garras y dedos de araña (cómo no, la aracnodactilia). De ahí, es fácil el paso a los objetos comunes, como el bastón de pastor y el corbatín, el acordeón, el huso, los dedos de guante, el rosario, la rueda dentada, la diana, el collar de perlas, la pila de monedas, el asa de balde y el frasco de Erlenmeyer, interesante ejemplo de un doble epónimo, en el cual se hace alusión a la forma del recipiente de vidrio cuyo nombre honra a su inventor, el químico alemán Richard August Carl Emil Erlenmeyer, para describir la forma que adopta el fémur en varias enfermedades, como la descrita por el francés Philip Charles Ernest Gaucher.
Algunos objetos son menos comunes, y pueden tener significados mitológicos o históricos, como el arco de Cupido, el cáliz y el gorro frigio, mientras que otros nos regresan a lo cotidiano, lo comestible o lo armamentario: la caja de cartón, la bota, el muñeco de nieve, la dona o rosquilla, el huevo de costado, la cimitarra y el mango de revólver.
Hay signos cuyos nombres difícilmente podrían asociarse a monstruos o bestias, pero que conservan un cierto aire de misterio: del japonés viene la nube de humo (moya moya) y del inglés crescent cambiamos en español de fase lunar, pues no traducimos creciente (o menguante), sino media luna; también permitimos el uso de alusiones climáticas, como la tormenta de nieve y el sol naciente.
Hay analogías que resultan infortunadas para una especialidad que se basa en lo que percibimos con el sentido de la vista: el ciego, los puntos ciegos, los estudios doble-ciego…

Si los hongos pueden formar pelotas, las células pueden adoptar forma de hojuelas de avena y los huesos pueden ser apolillados.
La leyenda de Aquiles nos regresa al bestiario y nos recuerda las hazañas del héroe de la Guerra de Troya y su débil talón. Otra lesión de la extremidad inferior hace referencia a la anatomía del ganso (Anser anser), específicamente a su pata (pes anserinus), aunque también hay un signo que recuerda su cuello, así como uno que se refiere al cuello de otra ave, el cisne (Cygnus olor).
No podía faltar la fiel mascota: del perro (Canis lupus familiaris) imaginamos sus orejas en la pelvis o lo decapitamos para describir la espondilolistesis.
Y sigo con el reino animal: la corva, que no viene de cuervo (corvus), es en inglés una ternera (calf). Nuestra médula espinal termina en forma de cola de caballo (cauda equina). Un corte transversal del cono medular puede recordar a un cangrejo (Liocarcinus vernalis, entre otros) o a una marca comercial de automóviles provenientes de Alemania (Volkswagen).
Un esófago puede tener apariencia felina, mientras que la dilatación de los espacios perivasculares pueden darle a los cerebros un aspecto atigrado (Panthera tigris).
La característica fenotípica representativa de un mamífero del desierto puede ser la mejor forma de describir un riñón humano (giba de dromedario), pero el mismo riñón puede usarse para describir la apariencia que adoptan algunos órganos que no pertenecen al sistema genitourinario, cuando los describimos como reniformes. Mientras tanto, los úteros pueden tener cuernos o el aspecto de la cara de un ave rapaz (Tyto alba), los ojos de lechuza.
La temible víbora Naja naja puede hacer su aparición en la vejiga (cabeza de cobra), en forma de ureterocele.
La labor de tratar de completar la lista de este bestiario comienza a parecer tan divertida como interminable, lo cual me pone los pelos de punta (hair-on-end).
Los ojos de mapache (Procyon lotor) y el ratón cinematográfico (Mickey Mouse) se pasean libremente por el mundo de las sombras, como lo hace el codfish (Gadus morhua). Pero ¿qué es un codfish? ¿Se parece, acaso, al «pez teleóseo, de agua dulce, fisóstomo y de cuerpo fusiforme», que es como el DRAE describe a la tenca? No, simplemente se trata del bacalao.
Hay quienes hacen referencia al signo de las vértebras bicóncavas como boca de pescado, otros las llaman vértebras de pescado, mientras algunos más hacen referencia específica al bacalao. La silueta de ese pez no se parece al signo radiográfico. Entonces, ¿porqué se llama así? Algunos radiólogos han tomado radiografías de diferentes peces, como el atún (Thunnus maccoyii) y el salmón (Salmo salar): ambos tienen vértebras de forma bicóncava. De hecho, en una reciente navegación por el ciberespacio, me topé con un artículo que muestra diferentes lesiones vertebrales en el tiburón (Carcharhinus plumbeus, Odontaspis taurus). Cuando se enferman, las vértebras de los escualos pierden su forma bicóncava, mientras que las de los humanos adquieren la forma de las vértebras de los peces. ¿Metamorfosis o transmogrificación?
De animales más comunes, como la vaca, tenemos el corazón (cor bovinum) y su ojo (buftalmos), para no mencionar al ojo del buey, que para los poco entendidos es la manera de traducir bull’s eye


Publicado en: Panace@ Boletín de Medicina y Traducción. vol X no. 29, 2009.

miércoles, 14 de enero de 2009

Una mirada al cielo

Desde la que hoy conocemos como Polonia, Nicolás Copérnico (1473-1543), con base en sus observaciones y cálculos sobre la revolución de las esferas celestes (De revolutionibus orbium celestium) fue el primero en sugerir una propuesta heliocéntrica, donde el centro del universo era el Sol. Sin embargo, durante siglos predominó la visión geocéntrica: desde Ptolomeo (-165 a.C. a -85 a.C), y con posterior apoyo en pasajes bíblicos, se aseguraba que la Tierra estaba firmemente establecida y no se podía mover.

El 24 de agosto de 1609, Johannes Kepler publicó Astronomia Nova, en la que describe importantes leyes sobre el movimiento planetario en el sistema solar.

En enero de 2009 se cumplen 400 años desde que Gallileo Bonaiuti de’Gallilei (1564-1642) comenzó las observaciones del cielo que lo llevarían a publicar, en 1610, su obra Sidereus Nuncius(Mensajero Estelar), en la que describe, entre otras, su observación de los cráteres lunares y su descubrimiento de cuatro satélites que giran alrededor del planeta Júpiter, lunas a las que bautizó con nombres de la mitología griega: Io, Europa, Callisto y Ganimedes.

Galileo también describió con precisión las fases del planeta Venus, descubrió a Saturno y a Neptuno, e hizo observaciones de las manchas solares y de la Vía Láctea. Las teorías de Galileo contradecían la visión católica de que el planeta que había sido escogido para ser poblado por seres hechos a semejanza de su creador, era el centro del universo.

La Inquisición Romana vetó los textos heliocéntricos de Galileo, por considerarlos herejes. Sólo hasta un siglo después de su muerte, el Papa Benedicto XIV permitió su publicación.

Trescientos años después de la muerte de Galileo, el Papa Pío XII describe a Galileo como un «audaz hombre de ciencia», pero sin darle claro reconocimiento a la veracidad de su teoría celeste.

En 1990, el Cardenal Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, expresó la opinión de que el veredicto de la Iglesia estaba más cerca de la racionalidad que el mismo Galileo, pues ella tuvo en cuenta las consecuencias éticas y sociales de las enseñanzas de Galileo.

En 1992, como resultado de un estudio del Concejo Pontífice de Cultura, el Papa Juan Pablo II finalmente concede que la Tierra no es estacionaria. Fueron necesarios tres siglos y medio para que la Iglesia aceptara aquellas palabras que la leyenda atribuye a Galileo, supuestamente pronunciadas para refirmar su entendimiento del universo, a pesar de haber sido torturado:

«…y sin embargo, se mueve…».

En conmemoración a los aportes de Galileo a la comprensión del universo, la UNESCO ha declarado al 2009 como Año Internacional de la Astronomía. A partir del 15 de enero, se divulgarán actividades a nivel mundial que pretenden difundir el conocimiento científico sobre el universo.

El 2 de mayo será declarado como el Día Internacional de la Astronomía. Un grupo de investigadores del Museo de Historia de la Ciencia de Florencia y del Observatorio Arcetri están fabricando una réplica del telescopio que construyó Galileo en 1610, como obsequio a su mentor, el Gran Duque de Toscana, Cósimo II. Se trata de dos lentes que serán montados sobre una estructura tubular de casi un metro de longitud, para producir cerca de 20 aumentos, con los que se pretende reproducir la visión del cielo que tuvo Galileo hace cuatro siglos.

Hoy sabemos que Galileo quedó ciego en 1638. Como proyecto paralelo a la reproducción de las imágenes vistas por Galileo, se está buscando autorización para obtener muestras del ADN de sus restos, que reposan en una tumba florentina, en la Basílica de la Santa Cruz. La idea es tratar de detectar algún marcador genético que pueda determinar la causa de la ceguera de este visionario o que permita conocer algo acerca de la fisiología de la mirada de Galileo.

En Bogotá, la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte ha querido vincularse a esta celebración mundial. A partir del 28 de enero de 2009, anunciará una serie de actividades que se desarrollarán, entre otros escenarios, en el Planetario Distrital .

Una buena oportunidad para darle una mirada[crítica] al cielo[nocturno].