miércoles, 14 de enero de 2009

Una mirada al cielo

Desde la que hoy conocemos como Polonia, Nicolás Copérnico (1473-1543), con base en sus observaciones y cálculos sobre la revolución de las esferas celestes (De revolutionibus orbium celestium) fue el primero en sugerir una propuesta heliocéntrica, donde el centro del universo era el Sol. Sin embargo, durante siglos predominó la visión geocéntrica: desde Ptolomeo (-165 a.C. a -85 a.C), y con posterior apoyo en pasajes bíblicos, se aseguraba que la Tierra estaba firmemente establecida y no se podía mover.

El 24 de agosto de 1609, Johannes Kepler publicó Astronomia Nova, en la que describe importantes leyes sobre el movimiento planetario en el sistema solar.

En enero de 2009 se cumplen 400 años desde que Gallileo Bonaiuti de’Gallilei (1564-1642) comenzó las observaciones del cielo que lo llevarían a publicar, en 1610, su obra Sidereus Nuncius(Mensajero Estelar), en la que describe, entre otras, su observación de los cráteres lunares y su descubrimiento de cuatro satélites que giran alrededor del planeta Júpiter, lunas a las que bautizó con nombres de la mitología griega: Io, Europa, Callisto y Ganimedes.

Galileo también describió con precisión las fases del planeta Venus, descubrió a Saturno y a Neptuno, e hizo observaciones de las manchas solares y de la Vía Láctea. Las teorías de Galileo contradecían la visión católica de que el planeta que había sido escogido para ser poblado por seres hechos a semejanza de su creador, era el centro del universo.

La Inquisición Romana vetó los textos heliocéntricos de Galileo, por considerarlos herejes. Sólo hasta un siglo después de su muerte, el Papa Benedicto XIV permitió su publicación.

Trescientos años después de la muerte de Galileo, el Papa Pío XII describe a Galileo como un «audaz hombre de ciencia», pero sin darle claro reconocimiento a la veracidad de su teoría celeste.

En 1990, el Cardenal Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, expresó la opinión de que el veredicto de la Iglesia estaba más cerca de la racionalidad que el mismo Galileo, pues ella tuvo en cuenta las consecuencias éticas y sociales de las enseñanzas de Galileo.

En 1992, como resultado de un estudio del Concejo Pontífice de Cultura, el Papa Juan Pablo II finalmente concede que la Tierra no es estacionaria. Fueron necesarios tres siglos y medio para que la Iglesia aceptara aquellas palabras que la leyenda atribuye a Galileo, supuestamente pronunciadas para refirmar su entendimiento del universo, a pesar de haber sido torturado:

«…y sin embargo, se mueve…».

En conmemoración a los aportes de Galileo a la comprensión del universo, la UNESCO ha declarado al 2009 como Año Internacional de la Astronomía. A partir del 15 de enero, se divulgarán actividades a nivel mundial que pretenden difundir el conocimiento científico sobre el universo.

El 2 de mayo será declarado como el Día Internacional de la Astronomía. Un grupo de investigadores del Museo de Historia de la Ciencia de Florencia y del Observatorio Arcetri están fabricando una réplica del telescopio que construyó Galileo en 1610, como obsequio a su mentor, el Gran Duque de Toscana, Cósimo II. Se trata de dos lentes que serán montados sobre una estructura tubular de casi un metro de longitud, para producir cerca de 20 aumentos, con los que se pretende reproducir la visión del cielo que tuvo Galileo hace cuatro siglos.

Hoy sabemos que Galileo quedó ciego en 1638. Como proyecto paralelo a la reproducción de las imágenes vistas por Galileo, se está buscando autorización para obtener muestras del ADN de sus restos, que reposan en una tumba florentina, en la Basílica de la Santa Cruz. La idea es tratar de detectar algún marcador genético que pueda determinar la causa de la ceguera de este visionario o que permita conocer algo acerca de la fisiología de la mirada de Galileo.

En Bogotá, la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte ha querido vincularse a esta celebración mundial. A partir del 28 de enero de 2009, anunciará una serie de actividades que se desarrollarán, entre otros escenarios, en el Planetario Distrital .

Una buena oportunidad para darle una mirada[crítica] al cielo[nocturno].