jueves, 26 de agosto de 2010

serendipia

En una carta fechada el 28 de enero de 1754, que escribió Horace Walpole, conde de Orford, a su amigo diplomático Horace Mann, Walpole refiere haber leído un cuento de hadas de origen persa, llamado Los Tres Príncipes de Serendip, en el que se narran los viajes y aventuras de estos monarcas de la isla de Ceilán (transliteración del portugués Ceilão al inglés Ceylon), llamada por los antiguos geógrafos griegos Taprobane, hoy conocida como Sri Lanka (del sánscrito lanka (isla) y sri (sagrado), «isla venerable»), de cuyo nombre árabe (Serendib) se deriva serendip.

En sus viajes, los príncipes hicieron varios descubrimientos, muchos de ellos por accidente. Uno de los ejemplos citados por el conde Walpole en su carta a Mann es el haber «descubierto» que una mula tuerta del ojo derecho había pasado recientemente por un camino, pues sólo había comido del pasto del lado izquierdo, aunque el del otro lado estaba en mejores condiciones. Walpole se equivocó de cuadrúpedo, pues en la historia original el tuerto era un camello, no un cruce entre burro y yegua; lo que hicieron los príncipes fue, más que un descubrimiento, una deducción. Como nota curiosa, ellos fueron acusados de haber robado el animal, por lo cual terminaron en la cárcel, otro desenlace nunca buscado, y no muy afortunado.

El término en inglés serendipity fue acuñado por Walpole en su carta, haciendo referencia a un «regalo» recibido por encontrar cosas valiosas o agradables sin estar buscándolas. La palabra serendipity no fue muy usada antes del siglo veinte. En 1909, es registrada por primera vez en el Webster’s New International Dictionary, relacionada con descubrimientos accidentales. En medicina, hay varios ejemplos de descubrimientos encontrados por suerte, hallados sin ser buscados. La penicilina de Fleming, la vacunación de Jenner, los rayos X de Röntgen, la quinina para la malaria, las primeras benzodiacepinas, el uso cosmético de la toxina botulínica y el efecto eréctil del Viagra®, son sólo algunos de estos casos de hallazgos fortuitos.

Según la compañía de traducciones londinense Today Translations, una de las diez palabras en inglés considerada como de más difícil traducción es serendipity. Ese dato no parece tener mucho fundamento, pues varios idiomas han adoptado –oficial o extraoficialmente- alguna variación del término original. Así, en portugués se usa serendipidade; en francés es sérendipité , aunque también se usa en ese idioma heureux hasard, o «azar afortunado». En catalán se dice serendípia, en italiano existe serendipità; en holandés serendipiteit y los suecos, daneses y noruegos coinciden en serendipitet, mientras los alemanes dicen Serendipität y los rumanos serendipitate. En el alfabeto ruso se escribe Серендипити y en esperanto es serendipo.

Con base en su origen y en su uso, se podría justificar su castellanización a «serendipia», pero el término aún no es aceptado oficialmente por la Real Academia Española, aunque es frecuentemente usado por médicos que hacen alusión a hallazgos accidentales o a descubrimientos no intencionales de fenómenos diversos. Sus variantes «serendipidad» y «serendipitoso» resultan algo cacofónicas, pero no parece del todo necesario adoptar un término que fácilmente podría remplazarse por «suerte» o por algúna perífrasis que explique brevemente que un hallazgo o descubrimiento han sido de tipo casual, accidental, imprevisto o afortunado.

A propósito, el término «incidental» que se escribe igual en inglés y en español, no tiene el mismo uso en ambos idiomas. En los dos, puede usarse para describir lo que hace parte de algo, aunque no sea su principal componente, algo accesorio o de menor importancia. Sólo en inglés se encuentra la acepción de «accidental», como en el caso de un hallazgo imprevisto en una imagen diagnóstica, pero no necesariamente un hallazgo sin importancia. Ese uso no está aprobado en español, pero es frecuente encontrarlo en las descripciones radiográficas que hacen referencia a un hallazgo fortuito encontrado en un estudio, aunque no esté relacionado con el objeto del estudio, como puede ser un cuerpo extraño insospechado o no mencionado en la historia clínica, una variante anatómica significativa o una sinusitis detectada en un examen cerebral.

El diccionario de la RAE y el Breve Diccionario de Colombianismos de la Academia Colombiana de la Lengua registran chepa, definida como «suerte favorable», aunque estoy seguro de que en nuestros textos técnicos o científicos nunca veremos ese término, que me recuerda el dicho de que no hay que buscarle tres patas al gato, pues se le encontrarán cuatro...¿o eran cinco?
En la que parece ser su primera versión oficial, Sebastián de Covarrubias, en su magnífica obra lexicográfica de 1674, Tesoro de la Lengua Castellana, muestra que originalmente el dicho hablaba de cinco, no de tres patas:

«Buscar cinco pies al gato se dice de los que con sofisterías y embustes nos quieren hacer entender lo imposible; nació de uno que quiso probar que la cola del gato era pie

Manuel de Cervantes Saavedra recoge el dicho en El Quijote, donde el número de patas cambió a tres, versión que parece ser más común en la península ibérica y en algunos países latinoamericanos. Curiosamente, en el cono sur sigue prevaleciendo la forma original, de cinco patas, mientras que en países como Colombia y México, se sigue hablando de tres patas.

Dos populares cuartetas anónimas, encontradas por casualidad o «serendipia», ayudan a resolver este trivial dilema:

«El normal cuatro presenta,
tres si le falta una sola,
y cinco si quien las cuenta
toma la pata por cola.»

«Ahí te va la despedida
la que echó el gato a la gata
que al subir por la escalera
le metió la quinta pata.»


Columna publicada en la sección Sala de Redacción, Rev colomb radiol 2010; 21(1).