domingo, 8 de septiembre de 2013

Leer es lo que importa


Con esta consigna terminé la reseña del viaje por el mundo de las letras del año pasado. Este mes completamos el cuarto año de estas tertulias literarias, que nuevamente se caracterizaron por el eclecticismo.
Después de la trilogía policiaca de Auster, nos arriesgamos a establecer un contraste entre dos obras que tratan de una visión de la vida desde la perspectiva de la vejez. De Yasunari Kawabata, La casa de las bellas durmientes, una oscura historia de un anciano que frecuenta un peculiar burdel, en el cual tiene la oportunidad de dormir junto a jóvenes mujeres vírgenes que han sido narcotizadas para que no detecten la presencia de los ancianos que duermen con ellas, sin que les sea permitido tocarlas ni tener relaciones sexuales con ellas. De hecho, a los clientes de esa casa les dan unos somníferos ligeros para inducirlos a dormir sin quebrantar el sueño o la virginidad de las niñas consortes, las bellas durmientes. En su primera visita, es advertido por la dueña del local de que debe abstenerse de hacer cosas de mal gusto, como “poner el dedo en la boca de la mujer dormida ni nada parecido” y que por ningún motivo debe intentar despertar a las niñas que lo acompañen cada vez. El protagonista de esta historia se sorprende con la belleza de estos cuerpos dormidos, a la vez que encuentra que su propio cuerpo es el de un viejo decrépito, que no podría aspirar a estar cerca de tanta belleza sino de esta manera. En sus encuentros, recuerda su juventud perdida y evoca a las mujeres de su vida, incluyendo a su madre, su esposa y sus hijas. Una profunda y perturbadora manera de tratar el tema de la vejez, la soledad y la cercanía de la muerte. En palabras del viejo Eguchi, parecía haber una tristeza en el cuerpo de una muchacha que inspiraba a un anciano la nostalgia de la muerte”.  
Se supone que esta novela inspiró a Gabriel García Márquez a escribir dos historias, El avión de la bella durmiente, un cuento en el que un pasajero disfruta de la sorprendente belleza de la mujer que se sentó a su lado durante un viaje en el que durmió profundamente sin llegar a interactuar con su vecino de asiento, y la que leímos, Memoria de mis putas tristes, un supuesto homenaje a la obra de Kawabata, que para muchos es simplemente un vulgar intento de plagio. García Márquez recurre a estereotipos del machismo caribeño y usa como protagonista a un anciano que quiere celebrar su nonagésimo cumpleaños con una virgen de catorce, para lo cual recurre a una antigua conocida, la dueña de un prostíbulo del que era asiduo cliente. La matrona decide sedar a la niña para que no tenga miedo de este encuentro, y el viejo se dedica a contemplarla. Evocando la obra japonesa, pero sin la belleza de sus descripciones ni la profundidad de sus reflexiones, García Márquez resulta con un relato que no sólo no es original, sino que no se compara con la novela de Kawabata en cuanto a su evocación de la vejez, la soledad y el recuerdo de la juventud perdida. En palabras de este anciano, mucho mayor que el japonés, "Aquella noche, descubrí el placer inverosímil de contemplar el cuerpo de una mujer dormida sin los apremios del deseo o los estorbos del pudor". Dos maneras bien distintas de admiración de la belleza y de las fantasías que se tejen entre dos personas, sólo que una de ellas no sabe que está desnuda junto al otro ni tiene intenciones de corresponderle a sus ilusiones.  Por fortuna, el autor japonés se suicidó mucho antes de conocer el supuesto homenaje del colombiano…
La siguiente parada en este recorrido por las palabras la hicimos en un mundo utópico, Waslala, de la nicaragüense Gioconda Belli. Se trata de la búsqueda de una ciudad creada por poetas y perdida en medio de la selva, donde se practica la solidaridad y el respeto por la naturaleza.  La mujer juega un papel protagónico y redentor en esta novela, no sólo a través de Melissandra, la joven soñadora que busca a la utópica ciudad que ya su madre había intentado encontrar, sino en la personificación de otra mujer luchadora, Engracia, líder de un grupo de recicladores de desechos tóxicos. Belli evoca el accidente nuclear de 1987 sucedido en Goiânia, Brasil,  donde una fuente radioactiva de cloruro de cesio fue robada de un instituto de radioterapia abandonado. Muchas personas manipularon esta fuente altamente radioactiva, lo cual resultó en una contaminación de proporciones similares a las de accidentes como el de Chernobyl, pero sin la difusión mediática de éste. En su novela, el episodio de la contaminación nuclear es definitivo para el desenlace de esta aventura en la que, además de los que están interesados en encontrar “la ciudad del río dorado” por lo que representa como fin de un sueño humanista, está la violencia de un grupo de traficantes interesados en la ruta escondida en la selva, que les puede ser muy útil para transportar sus mercancías ilícitas. Una novela crítica, de denuncia, matizada con la belleza de sus descripciones. Una combinación de aventura, sensualidad y magia, en medio de un conflicto social común, en busca de un mundo mejor y más justo.
De la selva tropical pasamos a un escenario frío, donde el invierno septentrional  resulta necesario para la puesta en escena de Entre Brumas, del holandés Hendrik Jan Marsman, quien firma con el seudónimo Bernlef. Una muy bien lograda descripción de la demencia, a los ojos de un hombre que pierde progresivamente la memoria, quizá por causa de una enfermedad de Alzheimer, que confunde al protagonista y lo hace perderse entre la bruma de su propia incomprensión del mundo. Revela, desde el punto de vista de quien sufre de este tipo de enfermedad, la manera cómo se relaciona con el mundo una persona que cada vez entiende menos acerca de lo que sucede en su entorno, y crea situaciones que llegan a ser peligrosas para su bienestar, debido a la pérdida progresiva e irreversible de su contacto con el mundo real. Una demencia que progresa en un tiempo que no es posible determinar, pero que deja ver la progresión de la desconexión de la mente con su entorno. El personaje central a veces se encuentra con personas extrañas, a las que no reconoce, quienes lo confunden aún más, aunque resulten ser su esposa, su vecino, o su propia imagen en un espejo. Una profunda aproximación al sufrimiento, tanto de los que padecen de la enfermedad, como de quienes tratan de cuidar de ellos. Es precisamente del narrador de quien se vale Bernlef para darle mayor contundencia a su relato, escrito en una primera persona que cada vez está más confundida, afectado por una desconexión progresiva que le impide discernir entre los recuerdos y el presente, con algunos momentos de aparente lucidez, en los cuales describe el horror de la confusión y de su propia incapacidad para encontrar las palabras para expresarse. Nuestro descubrimiento de Bernlef estuvo muy cerca de su fallecimiento, a los 75 años, en octubre de 2012. Un prolífico autor cuyas obras (excepto ésta) no parecen haber sido traducidas aún al español, curiosa paradoja para quien fuera, además de novelista y autor de cuentos y ensayos, un reconocido traductor.
Cuna de Gato es una historia apocalíptica en el mejor estilo de Kurt Vonnegut, Jr, un estadounidense que logró plasmar en varias de sus novelas la increíble capacidad de autodestrucción de la raza humana. Seguramente bajo la influencia de su propia experiencia traumática en la Segunda Guerra Mundial, Vonnegut nos cuenta, con su característico humor sombrío, la historia de un científico desadaptado que es capaz de concebir una forma de materia llamada hielo-9, una sustancia que puede  congelar toda la superficie del planeta y sus formas vivientes en un instante. Cuando el científico muere, sus tres hijos, tanto o más desadaptados que él, quedan en posesión de este peligroso invento. Vonnegut  junta a estos personajes con las intenciones megalomaníacas de un dictador de una pequeña isla caribeña que pasa de ser un olvidado rincón del subdesarrollo a una potencia mundial con la capacidad de destruir al mundo entero. Vonnegut hace coincidir en la República de San Lorenzo a los más disímiles personajes. Según las peculiares creencias religiosas locales, no se trata de una coincidencia sino de un giro del destino, una especie de grupo destinado a encontrarse, lo cual resulta determinante para el futuro de la humanidad. Como lo he descrito antes, este es uno de mis autores favoritos, por lo que cualquier intento de crítica de mi parte está sesgado en su favor. De Kurt Vonnegut siempre se pueden esperar agradables sorpresas, como las que nos revela en esta obra.
Del imaginario mundo de una república bananera donde se practica clandestinamente la religión del bokononismo, pasamos a una tragedia que nos adentra en el mundo de la China comunista, Las baladas del Ajo, de Mo Yan.
La brutalidad y el sometimiento a políticas que sólo pueden llevar a la sublevación y a una mayor represión gubernamental son descritas con un realismo impresionante. Mo Yan describe la miseria con sorprendente detalle alrededor de sus personajes, unos campesinos que dedican su existencia a la siembra de cosechas que no podrán vender al estado que los obligó a sembrarlas. El hedor del ajo que se pudre se impregna en la piel mientras se lee, y las escenas de maltrato y podredumbre nos impresionan hasta niveles casi insoportables. Mo Yan describe una realidad que puede ser distante para el mundo occidental, pero que a la vez es cercana y realista.
De la violencia rural de China, nos trasladamos a otra violencia, esta vez urbana, la que se genera en Tirana, capital de Albania, alrededor de la invasión nazi y de los intentos de los guerrilleros comunistas albaneses por su liberación. Se trata de un autor ya conocido por nuestro grupo de lectura, Ismail Kadaré, esta vez con su historia Noviembre de una Capital. Más que una obra política, se trata de un relato sangriento de un puñado de hombres  cuyos ideales los llevan a luchar por una liberación que parece no interesar a todos. Al tiempo que se desarrollan batallas intensas por el avance de unos pocos metros o la captura de edificios que no tienen verdadero interés estratégico, gran parte de la población huye de la ciudad. La conquista del edificio de la estación de Radio Tirana, desde donde se transmiten las consignas  propagandísticas de los invasores alemanes, resulta sangrienta e inútil. Con la misión del grupo de guerrilleros cumplida, la guerra, por supuesto, no termina. Una vez alcanzada la pequeña pero costosa victoria, la emisora simplemente cambia de voz, y el grupo debe abandonar el edificio recién capturado para seguir con otras misiones igual de costosas en sangre y vidas. La lucha se desarrolla en una ciudad en ruinas, que al final nadie podrá reclamar.
Kadaré nos muestra un retrato humano que concluye con algo que ya sabemos: como en toda guerra, al final no hay vencedores o vencidos, sino perdedores.
De otro viejo conocido, Philippe Claudel, seguimos con El Informe de Brodeck. En un pequeño pueblo francés cerca de la frontera con Alemania, sus habitantes acuerdan financiar los estudios de quien podría ser el único del pueblo con ese privilegio. La llegada de un extranjero cuyas intenciones se desconocen, pero que son calificadas de sospechosas, termina en su asesinato por parte de los habitantes del pueblo. Es entonces cuando acuden al estudiado Brodeck, para que redacte un informe acerca de lo sucedido, que pueda exonerarlos. La víctima de las sospechas del pueblo es un personaje que consideran extravagante, tanto en sus costumbres como en su manera de vestir. Lo llamaban El Otro, para resaltar que era diferente. Tenía un extraordinario talento para el dibujo, que molesta a los demás, pues hace unos retratos de los pobladores en los que es capaz de plasmar los verdaderos sentimientos de las personas. Todos en el pueblo tienen un pasado oculto, al parecer relacionado con su colaboración con el régimen nazi. Claudel se acerca al lado oscuro de los seres humanos que tratan de ocultar lo que realmente son y de justificar sus más bajas acciones. Siendo el único inocente entre culpables, Brodeck no escribe un informe, sino dos, al darse cuenta de que puede terminar igual que el extranjero asesinado. El informe que leemos es su versión personal, en el que indaga acerca de lo sucedido y revela, como en los retratos de El Otro, la verdadera naturaleza de sus vecinos. Como en sus otras novelas, el pincel de Claudel resulta maravillosamente hábil.  Es capaz de retratar la naturaleza humana en una forma que puede llegar a incomodar y nos plantea la pregunta que Brodeck se puede hacer de manera tácita, acerca de si será posible aceptar la verdad sobre sí mismo.
Seguimos con otra muestra de literatura francesa, esta vez con Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan. Según la autora, el título de su obra lo tomó de la letra de una canción (no muy buena, la verdad, del ya desaparecido rockero francés Alain Bashung). Se trata de un relato íntimo, inspirado en la muerte de la madre. La autora investiga acerca de la vida de su madre, Lucile. Gracias a una colección de fotografías y vídeos, completa una crónica familiar a través de entrevistas con su abuelo y otros familiares. La crónica resulta reveladora, y muestra cómo una misma historia personal puede ser vivida de maneras muy distintas por sus protagonistas. La historia de la madre resulta dolorosa, y su investigadora parece tratar de exorcizar su dolor a través de su relato. En la primera parte descubrimos la infancia de su madre y se comienzan a revelar algunos de los detalles  que explican su desenlace y que llevan a la personalidad depresiva de su madre. La segunda parte se centra en la infancia de la hija que ahora reseña la vida de la madre, a veces terriblemente distante; la obra termina con la madurez de la autora, quien, a través de esta dolorosa investigación termina comprendiendo a su madre, aunque ya sea tarde para decírselo. "Escribo de Lucile con mis ojos de niña que creció demasiado deprisa, escribo ese misterio que siempre fue ella para mí, a la vez tan presente y tan lejana, ella, que, desde que cumplí diez años, nunca más me cogió en brazos."
La novela está escrita en primera persona, e intercala los resultados de su investigación con sus reflexiones acerca del proceso de escribir sobre su madre y de la manera como afrontó esta investigación y cómo se desarrolla el proceso creativo de la escritura  de un relato como éste. Logra describir a los personajes, su familia, tratando de apartarse de su visión personal, y basándose en la información que obtiene con su investigación. Cada uno de sus familiares es retratado con sutileza y maestría. Se enfrenta a sus recuerdos y confronta a los demás con su pasado mientras se pregunta si de alguna manera hubiera podido evitar la muerte de su madre. A pesar de que desde el comienzo sabemos el desenlace, sólo a través de la lectura comprendemos la historia. El final, aunque conocido, resulta intensamente conmovedor.
Al acercarse el periodo de vacaciones, decidimos hacer una lectura “ligera”, de un éxito de ventas de otro prolífico autor, conocido por sus novelas de suspenso. Escogimos Un Final Perfecto, de John Katzenbach. Quizá lo único rescatable de esta historia inverosímil sea el final, y no precisamente el desenlace de la historia de las tres mujeres perseguidas sin motivo aparente por un asesino, sino la posibilidad de que surja un escritor nuevo a partir de esta historia. Tres mujeres que no parecen tener nada en común, excepto que son pelirrojas, se convierten en el objetivo de un criminal que quiere escribir acerca de su crimen para que sea realmente perfecto: a pesar de ser un escritor mediocre que además es un asesino mediocre, pretende una obra en la que no sólo quiere lograr la muerte sino el reconocimiento de los demás a través de su relato. En una obra de éstas, se espera que el perfil psicológico de un asesino sea tan profundo como convincente. Katzenbach deja de lado esta opción, pero además hace una pobre descripción de las víctimas escogidas por el asesino, que resulta tan mediocre como su creador. Existe algo de suspenso, pero los giros de la historia resultan, en su mayoría, difíciles de creer. La verosimilitud de estas historias es lo que las puede hacer más impactantes. Si un asesino es descrito con detalle y su creador logra que uno pueda adentrarse en su mente, quizá el efecto del escrito sea mayor, en cuanto que sea factible que un personaje así pueda existir. En el afán de descubrir el final, se trata de un libro de rápida lectura. Tanto, que tuve tiempo de leer del mismo autor El psicoanalista. Aunque logra un nivel de suspenso mayor y con un mejor perfil de sus personajes, también resulta en una historia inverosímil, como los guiones de las películas malas, en las que lo más importante parece ser la reivindicación de la víctima, el héroe que surge de la nada y que es capaz de enfrentar y superar los elaborados planes en su contra.
Para seguir en la onda de las historias de investigación, aunque no necesariamente policial, optamos por otro fenómeno de ventas, La verdad sobre el caso de Harry Quebert, del joven autor suizo Jöel Dicker. Aunque en otras ocasiones este tipo de libros resulte sospechoso, en cuanto que no son tan buenos como nos los presentan, en este caso se trata de una historia verosímil, muy bien contada y llena de sorpresas. Marcus Goldman, un joven escritor que acaba de publicar su primera y muy exitosa novela, se enfrenta a la peor pesadilla de los autores: el bloqueo, la crisis de la página en blanco, ante la cual no es capaz de producir absolutamente nada. Acude a su maestro y mentor, Harry Quebert, autor de la que ha sido considerada como una obra maestra, que le ha supuesto un reconocimiento legendario. Lo visita en su casa, en una pequeña población al norte de Nueva York.  Al poco tiempo de reencontrarse con su posible salvador, se descubre que en el jardín de la casa de Harry Quebert se encuentra enterrado el cadáver de Nola Kellergan, una niña que había desaparecido hacía más de treinta años. Harry Quebert es arrestado como principal sospechoso de ese crimen. El alumno se empeña en demostrar la inocencia de su maestro, e inicia una investigación que lo remonta a la vida del pueblo donde suceden estos hechos. Transforma su deseo de encontrar inspiración para escribir una novela en la energía necesaria para demostrar que su amigo y profesor no es el responsable de la muerte de Nola Kellergan, aunque se revele que entre ellos hubo una clandestina relación sentimental, matizada por la diferencia de edades y por el hecho de que ella era menor de edad cuando conoció a Harry.  El siguiente proyecto editorial de Goldman será precisamente la revelación de esta verdad,  sin sospechar siquiera los retorcidos caminos que descubrirá en su intento por limpiar el nombre de Quebert. Se trata de un rompecabezas complejo, que el autor va armando de manera que parece encontrarse una solución que libra al sospechoso. Sin embargo, nada resulta tan fácil. La rudimentaria investigación, sesgada por el deseo de encontrar inocente a su amigo, y matizada con descubrimientos sorprendentes que transfieren la culpa de un personaje a otro a lo largo de la novela, resulta en la revelación de varias verdades insospechadas. Hay momentos en que se descubren situaciones que permiten asegurar que Harry Quebert  es inocente, pero también hay otros en los que no hay “duda razonable” que permita eximirlo de su culpabilidad. Esta trama también se intercala con la descripción del proceso creativo y de los temores del autor. Cada capítulo comienza con los consejos del maestro a su alumno para lograr una buena novela, entreverados con algunos detalles oscuros del mundo editorial y de su interés en las ventas, que supera el interés por el contenido o la calidad de los libros que ofrecen al mercado. El éxito de esta novela es que mantiene el interés del lector a medida que se revelan los secretos de los personajes que conocieron a la víctima, pero sobretodo, en que resulta en una historia creíble, en la cual no hay héroes inverosímiles sino personas reales, que cometen errores y tienen culpas y secretos.
Con el augurio de un nuevo año de aventuras literarias, termino aquí la reseña del último año de lecturas, con la salvedad de que no se trata de una crítica estructurada sino de una relatoría que pretende transmitir y compartir las emociones que supone la lectura de un libro, sin importar si al final a uno le gusta o no, porque lo que importa, al final, es leer.