lunes, 2 de abril de 2007

El poder de la palabra

El Poder de la Palabra es una columna de opinión sobre lingüística y temas afines, publicada ocasionalmente en el Boletín Imágenes, de la Asociación Colombiana de Radiología. Las ideas aquí expresadas son personales y no representan la posición de la Asociación Colombiana de Radiología ni de la institución a la que se encuentra vinculado el autor. Esta fue su primera entrega:

Boletin Imágenes, Asociación Colombiana de Radiología 2003; 9(1):9.

Nuestra especialidad se ha caracterizado siempre por su vertiginoso avance tecnológico. Es posible que, en unos años, muchos de nosotros seamos testigos de esa nueva tendencia que se conoce como «radiología sin película». Aún si llegamos a trabajar en un ambiente en el que desaparezca el registro impreso de las imágenes, lo que nunca podrán quitarnos es la palabra.
No importa si lo que miramos es acetato, papel o pantalla, el resultado de nuestro análisis seguirá siendo la palabra, en muchos casos hablada, pero al final siempre escrita, como un informe o reporte definitivo de nuestra opinión acerca de un caso clínico.
Si el resultado de todos los procesos mentales que se generan alrededor de una imagen va a ser un informe escrito, ¿por qué no dedicar un momento a que nuestros informes sean claros y queden bien escritos?
Los radiólogos debemos poseer el poder de la palabra, con el que podemos seleccionar adecuadamente los términos con los que describimos los hallazgos y nuestras impresiones acerca de lo que vemos. El lenguaje médico se ha caracterizado siempre por la distancia que crea entre lo humano y lo científico, y también se ha caracterizado por la incorrección de su uso, por sus incongruencias, contradicciones y redundancias. El resultado del continuo mal uso del lenguaje es la creación de una jerga que, además de incomprensible, se escribe en un estilo pobre, lleno de barbarismos e incoherencias. Se ha trasladado el afán por ahorrar tiempo al uso del lenguaje, y muchos prefieren las abreviaturas y extranjerismos, hasta desarrollar una técnica telegráfica en la que no se aprovechan las herramientas básicas para cualquier descripción, como son las preposiciones y los adjetivos.
Tenemos un idioma rico, que podemos explotar para expresarnos correctamente. Todos los idiomas evolucionan; tanto el uso como la academia llevan a la aceptación de nuevos términos y definiciones, que hacen que nuestro lenguaje crezca. Están claramente establecidas las reglas para usar nuestro idioma, reglas que aplican también para el argot técnico. Cuando el lenguaje se sale de las normas, se convierte en un desordenado intento de comunicación que, en el mejor de los casos, crea aburrimiento, y en el peor, confunde. En el primer escenario, el informe escrito es aquel que no crea el interés por ser leído. En el segundo caso, aunque exista el interés por leerlo, el informe escrito resulta difícil de digerir, puede ser contradictorio o redundante.
No tengo formación en lingüística ni en retórica; muchas de las normas gramaticales me son desconocidas. Cualquiera que haya leído mis informes u otros escritos habrá identificado incongruencias y otros errores en mi uso del lenguaje (de hecho, agradezco que esos descubrimientos me sean revelados).
Como aficionado -y apasionado- por la palabra, promuevo entre mis estudiantes el cuidado en el uso de los términos descriptivos y el ceñimiento a las normas ortográficas y gramaticales. Como Grijelmo(1), defiendo el español, porque vivo en un país en el que ese es el idioma oficial. Cuando hablo o escribo en español, prefiero los términos en nuestro idioma a los extranjerismos, aunque el uso los haya aceptado. Somos más de cuatrocientos cincuenta millones de hispanohablantes que debemos enorgullecemos de poseer la eñe; siempre que existan palabras equivalentes en nuestro idioma, ¡no cedamos al uso de términos en inglés, francés o alemán!
Si desconocemos los aspectos fundamentales de la gramática latina, al caer en la tentación de latinizar, nos ponemos en evidencia con latinajos y decimos barbaridades, como «la crura derecha», «cavum septum vergae » o «pectum excavatum».
Convencido del poder de la palabra, intentaré defenderla desde esta columna, haciendo énfasis en el uso adecuado de los términos que utilizamos a diario. Sé que ésta puede terminar siendo una cruzada solitaria; espero reclutar adeptos que empiecen por preocuparse más porque sus informes no resulten siendo usados únicamente como papel reciclable. Para finalizar, unas palabras sobre la palabra, prestadas de la uruguaya Cristina Peri Rossi (2):

Palabra
Leyendo el diccionario
he encontrado una palabra nueva:
con gusto, con sarcasmo la pronuncio;
la palpo, la apalabro, la manto, la calco, la pulso,
la digo, la encierro, la lamo, la toco con la yema de los dedos,
le tomo el peso, la mojo, la entibio entre las manos,
la acaricio, le cuento cosas, la cerco, la acorralo,
le clavo un alfiler, la lleno de espuma,

después, como a una puta,
la echo de casa.

Bibliografía
1. Grijelmo, A.: Defensa apasionada del idioma español. Suma de Letras, S.L. Madrid, 2001.
2. Peri, C: Poemas de amor y desamor. Plaza y Janés Editores, S.A. Barcelona, 1998.