jueves, 7 de enero de 2010

Manizaleños

En estos días de Feria de Manizales, oí en una sección de noticias triviales (1) a una modelo/periodista que hablaba reiteradamente de los «manizaleños» gozando de su fiesta.
Horrorizado, pensé que la presentadora había errado el gentilicio y que el apropiado era «manizalita». El equivocado era yo, como pude confirmar en mi diccionario de gentilicios (ver columna de fuentes de palabras a la izquierda). Pudo más la silicona que la verbofilia...


(1) En los noticieros locales es común que haya una sección de lo que yo llamo «noticias culas» (2), en las que se presentan reseñas de reinados de belleza, chismes de farándula y «notas patrocinadas» de claro tinte comercial (3). Algunas de las presentadoras de estas secciones han sido también modelos o reinas de belleza, por lo cual no sorprende que las mismas presentadoras hagan alusión a las decenas de reinados que se llevan a cabo en Colombia. Es tal la variedad que es fácil suponer que casi cualquier actividad puede convertirse en excusa para poner a desfilar a bellas mujeres de éste y otros países, pues algunos de estos reinados son internacionales.
Fuera del obvio reinado del café (aunque soy cafeinómano declarado, declaro que no tengo relación comercial ni conflicto de interés con la organización de este magno evento), hay otros reinados vegetales, como el del plátano, la ciruela, el millo, la palma amarga, el dividivi, el maíz, el mango, el chontaduro, la papa, la caña de azúcar, el arroz y el guandú; los hay minerales, como el de la sal, el carbón y la esmeralda; hay por lo menos tres ritmos musicales engalanados con reinas de belleza (joropo, merecumbé y bambuco), pero curiosamente escasean los relacionados con el reino animal, como el reinado de los flamingos, el de la mojarra lora y el de la ganadería, siendo este último una combinación infortunada de exhibiciones de ganado y mujeres.
Sin importar las características fenotípicas o los desaciertos de las candidatas, es común que logren reconocimiento por sus dimensiones (una revista local publicó recientemente un artículo sobre el orgullo de una candidata acerca de la controvertida talla de sus caderas), por su retórica (pocos colombianos se perdieron de la declaración de una representante de la belleza sobre su apreciación de si el hombre complementa a la mujer -¿o era al hombre?) o por su dominio de las lenguas extranjeras («ai am felicing de estar in cartageinin hilton» es la desfachatada versión de una de estas niñas que se jactaba de poder expresarse con fluidez en inglés). Aunque no lo justifica, mi prejuicio acerca del yerro de una presentadora puede explicarse por el nivel de profundidad de la sección de noticias que estaba viendo. Un prejuicio, al fin y al cabo, es siempre un exceso que tiene una connotación despreciativa.

(2) culera. Algo insignificante. Diccionario de Colombiano Actual de Francisco Celis Albán.

(3) Siempre me ha llamado la atención que los noticieros locales puedan tener secciones económicas, deportivas o de interés general que son patrocinadas por la empresa privada. No conozco las funciones de la controvertida Comisión Nacional de Televisión, pero imagino que regular la distribución de las transmisiones de los programas en los diferentes horarios y las tarifas publicitarias en esos mismos horarios sean algunas de ellas. No sé quién se beneficia de los espacios comerciales, si la programadora o el noticiero en el horario correspondiente, o ambos. Tampoco tengo idea de si el noticiero «dueño» de un horario pueda o deba cobrar además por esas notas patrocinadas, o si reparte esas tarifas con algún ente oficial. ¿Recibe la Comisión una comisión?