viernes, 25 de septiembre de 2015
Superluna roja eclipsada del 27 de septiembre de 2015
No es difícil encontrar la luna llena
en una noche cualquiera. Como su órbita alrededor de nuestro planeta no es
perfectamente circular, hay momentos en que la luna se acerca un poco más a
nosotros. En su recorrido, el punto más cercano entre la luna y la tierra se
llama perigeo, el más distante es el apogeo.
Este fin de semana, la luna
alcanza el perigeo, por lo cual puede verse un poco más grande que de
costumbre. Es común que a la luna llena en el perigeo se le conozca como
"superluna", aunque el 5% a 10% de diferencia en su tamaño no sea fácil de detectar
o especialmente notorio a simple vista. Sin embargo, definitivamente son las
condiciones más propicias para observar la luna.
Este fin de semana se presenta otro
fenómeno sideral, y el hecho de que coincida con el perigeo hace que el espectáculo sea especialmente interesante. Ese fenómeno es un eclipse
total de luna. Sucede cuando la tierra se superpone entre la órbita de la luna
y la del sol. El hecho de que estas órbitas no se encuentren exactamente
en el mismo plano, hace que los eclipses lunares no sucedan más frecuentemente.
Un eclipse de superluna es mucho más raro, el próximo puede tardar unos treinta
años en aparecer.
El tamaño de la fuente de luz (el sol) es
mucho mayor que el objeto (la tierra) cuya sombra se va a proyectar sobre la
luna. Por ello, la sombra tiene una zona central mucho más oscura, llamada
umbra, y un anillo periférico muy tenue,
la penumbra. En la primera hora del eclipse, es posible que no se note
que la luna disminuye su brillo cuando es ocultada por la penumbra.
El universo
es muy puntual: exactamente a las 21 horas, 11 minutos y 12 segundos del
domingo 27 de septiembre de 2015, la sombra central hará contacto con uno de los bordes del disco lunar. Si las
condiciones lo permiten, esa sombra se verá como un “mordisco” muy pequeño que
irá creciendo, hasta absorber completamente al disco lunar. Algunos supondrán
que en el punto máximo del eclipse, a las 21:47:09, la luna desaparecerá por
completo, pero esto no sucede, debido a que tenemos atmósfera. Los rayos del
extremo más azul de la luz solar son absorbidos por nuestra atmósfera, y quedan
los rayos del extremo rojo, por lo cual la luna, una vez quede completamente
cubierta por la umbra, se tornará de un color cobrizo. Diversas condiciones
atmosféricas, como la presencia de polvo volcánico, hacen que cada eclipse
lunar pueda tener un color ligeramente diferente, dentro de ese espectro
rojizo.
La luna estará oculta tras la umbra
hasta las 22:23:05, cuando volverá a aparecer el “mordisco”, en otro de los
bordes de la luna, para ir revelando la luna en forma progresiva, hasta que
vuelva a quedar en la penumbra, entre las 23:27:05 y los 22 minutos y 31
segundos del lunes 28 de septiembre, cuando el espectáculo celeste habrá
terminado.
Salga un poco antes del inicio de la
ocultación tras la umbra (el eclipse parcial, en la penumbra, comienza en Bogotá a las
20:07:13. Consulte en la red los horarios para su ciudad, puede verse desde casi cualquier lugar del continente americano). No requiere equipo ni protección especial para sus ojos para gozar
del espectáculo, pero un par de buenos binoculares pueden ayudar.
En estos
días, en Bogotá, la luna estará casi en su cenit. Es decir, sólo hace falta
mirar directamente hacia arriba para encontrarla. Si su columna se lo impide, recuéstese en
el suelo, sobre una cobija o en una silla playera, aunque este modelo de silla
no es fácil de encontrar en Bogotá.
Abríguese bien, el frío puede causar
estragos en su salud. Muchos observadores novatos recuerdan usar capas, como
una camiseta, camisa, saco y chaqueta, pero se olvidan de proteger sus piernas.
La importante superficie de los muslos y piernas puede llevarlo a una
hipotermia, si no toma la precaución de cubrirlas. Aunque la tierra viaja
alrededor del sol a unos cien mil kilómetros por hora, un eclipse lunar da
tiempo, y uno puede descansar del frío y refugiarse por momentos si la
temperatura baja demasiado. Abróchese el cinturón para este viaje por el
espacio. Es gratis, una buena compañía
puede ser la a excusa perfecta para “calentarse” con una copa…
domingo, 13 de septiembre de 2015
Otro año de lecturas
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El año pasado terminamos
con la lectura de otra biografía imaginada de Bernhard. Este nuevo ciclo
comenzó con La pequeña ciudad donde el
tiempo se detuvo del genio de Bohumil Hrabal, oriundo de una nación que
cambió de nombre y sufrió los estragos de las guerras mundiales. Aunque nació
en una ciudad de Moravia, su país cambió durante su niñez a ser Checoslovaquia,
que luego se convirtió en la república Checa. Como en otras de sus novelas, el
conflicto, que estuvo siempre presente en su vida, está también en esta obra, que es narrada
desde el punto de vista de un niño, quizá el mismo autor, que presencia el paso
del tiempo en una ciudad donde éste parece no pasar. Según Hrabal: “Allí donde fallo yo como hombre, fallan también mis personajes
literarios. Por otro lado, ellos sienten orgullo por las mismas cosas que yo,
es decir, por los pormenores cotidianos de la vida.”
Pero Hrabal no falla.
Describe personajes que parecen irreales, en medio de la invasión nazi, que
hace parte de la cotidianidad. Con humor, y con el punto de vista inocente y
sincero del narrador, una voz infantil describe ese tiempo que cambia las
cosas, así como cambió al país del escritor, sin necesidad de moverse, casi
como si el tiempo no surtiera efecto sobre sus personajes, su ciudad y sus
problemas.
Seguimos
con una novela de misterio, que se desarrolla alrededor de una historia de
amor, La sombra del viento, de Carlos
Ruiz Zafón. Tiene personajes pintorescos, muy bien descritos, que narran el
transcurrir de la vida de unos adolescentes hasta que llegan a la adultez, en
medio de una trama llena de sorpresas y de secretos revelados, con
intrigas que se mantienen a lo largo del
relato. Es también una historia del apasionamiento por la lectura y de los
secretos encontrados en los libros, que es paralela a la historia de vida de unos
muchachos que crecen en una Barcelona impregnada por el conflicto civil. Este
relato es el primero de una saga de novelas que en conjunto hacen parte de El
Cementerio de los Libros Olvidados. La historia comienza con el niño que
encuentra un libro que lo atrapa, precisamente “La Sombra del Viento”, y se
entrelaza con la del autor de esa obra. El tejido de los dos relatos resulta
convincente, lleno de sorpresas y con muy detalladas descripciones de los
personajes de las dos historias.
Una novela en la que el
gusto por la lectura hace parte imprescindible de la narración: “Me crié entre libros, haciendo amigos
invisibles en páginas que se deshacían en polvo y cuyo olor aún conservo en las
manos”. La manera de incluir historias dentro de las historias se ha comparado
con las matrioskas o mamushkas, esas muñecas
rusas que se guardan una dentro de la otra.
De Patrick Modiano, recientemente galardonado con el premio Nobel
de literatura, seguimos con La calle de
las tiendas oscuras. Otra novela de tinte misterioso, esta vez por un
personaje que ha perdido la memoria de su origen y que emprende un viaje en
busca de su propia historia. “Un amnésico que se hace pasar por
detective privado inicia la investigación más importante de su vida: averiguar
quién es.” Es la pesquisa de una identidad perdida,
emprendida por un personaje cuya frágil memoria
lo hace el peor candidato para reconstruirla. Algunos de sus recuerdos parecen
ajenos, ya que él no se identifica en las imágenes que guarda en su memoria,
algunas de las cuales son prestadas, obtenidas de fotografías o de momentos
escuchados o vividos por otros. Un relato
que puede confundir con los fragmentos que el mismo protagonista no logra
descifrar y que lleva al lector a participar del enigma para ayudar al
personaje principal a encontrarse a sí mismo.
La siguiente lectura
resultó decepcionante. Regresos, de
Luis Fayad, es el relato de un antropólogo que regresa al país luego de varios
años de exilio académico, y se encuentra con que las promesas de trabajo resultan
ser obstáculos que debe tratar de superar para mantener su cargo. El desarrollo
de sus personajes es pobre, y el protagonista es pusilánime, incapaz de
resolver su situación de vida o de encontrar respuestas para salir del
laberinto burocrático. Una historia que parecía tener futuro en las primeras páginas
resulta aburridora y lleva a detestar al protagonista de un relato sin mayores
sorpresas y con un desenlace igual al personaje, conformista y banal. Quizá sea
una obra autobiográfica, en cuanto que el autor había franquista, con personajes e la españa de historiastoria y a
encontrar un punto comcontinuar hasta el final para resolver lo smiaaadejado
de producir, en una historia que podría asimilarse a la de la ausencia del personaje,
quien al final tampoco es capaz de obtener el resultado esperado. Otra vez
vuelve a ser claro que la industria literaria puede caer en la trampa del
mercadeo, sin que parezca importarle conseguir elogios, quizá autofinanciados,
para que un lector desprevenido quiera comprar algo que realmente no vale la
pena. En ese caso, prefiero que la contraportada contenga una somera
descripción de la trama, que una sarta de elogios sin fundamento, excepto el de
un interés comercial.
De regreso a la
península ibérica, con una escritora de Bilbao, Marian Izaguirre, con La vida cuando era nuestra. De nuevo,
varias historias entrelazadas, la de la amistad de dos mujeres, y la historia
de cada una, así como la historia que es el libro que ambas leen juntas. Otra narración
tejida a partir de la fascinación por los libros, también atravesada por el
conflicto, en este caso el de la guerra civil española. Tiene ingredientes de
suspenso y de sorpresa, con un relato efectivo que lleva a continuar hasta el
final para resolver los misterios de cada historia y a resolver el presente y
el pasado de cada una y a encontrar un punto común, con un buen desenlace.
Enmarcada en el contexto de la España franquista, con personajes que están en
contra del régimen y que han sufrido y han tenido que esconderse por sus
convicciones. Un libro dentro de un libro, con personajes bien
caracterizados que requieren de por lo
menos dos narradores y dos tiempos, con un tercer tiempo donde confluyen las tres
-¿o dos? historias paralelas. Otro homenaje a la lectura, que a la vez es un
homenaje a la amistad.
Las partículas elementales, de Michel Houellebecq,
se constituye en una fuerte crítica a quienes se creyeron protagonistas de la
revolución política, literaria y vital del 68. Se basa en dos hermanastros que
comparten el abandono de su madre, quien prefirió una comuna hippie a su
crianza, pero que terminan en áreas disímiles. Uno es un científico renombrado,
que sufre una crisis vital, el otro es un “virtuoso del resentimiento”, un
profesor de literatura obsesionado por el sexo y la pornografía. Aunque parecen
distantes, los hermanastros tienen mucho en común. Houellebecq tiene un humor
negro y hace sus críticas con sarcasmo.
Describe detalladamente la búsqueda de cada hermano por una vida mejor,
en medio de sus crisis ideológicas. Trata con cinismo temas conflictivos como
las relaciones entre hombres y mujeres, la religión, el sexo, la felicidad, el
bien y el mal. Su relato transcurre por todos los tiempos, desde el pasado
hasta el futuro, donde los hombres, casi como consecuencia de los aportes del
biólogo, se convierten en una raza superior, feliz, que ha llevado a algunos
críticos a comparar este relato con el de Aldous Huxley.
¿Quién mató a Cristián Kustermann?, de Roberto Ampuero, es
otro
relato que parecía
prometedor al principio, dado el misterio de un asesinato que el padre de la
víctima pretende esclarecer para resarcir el nombre de su hijo, pero acudiendo
a un detective que parece debutar en esta novela, para seguir siendo
protagonista en otras obras de Ampuero, obras que, la verdad, no dan muchas
ganas de conocer después de ésta. Tiene suspenso e intriga, el detective es un
personaje interesante, y la novela tiene unos apartes que sorprenden y atrapan,
pero que al final, cuando se trata de resolver un enredado conflicto que
incluye increíbles conexiones internacionales, la solución parece poco
convincente, casi como si la trama no hubiera sido resuelta por las capacidades
deductivas del detective, sino como por arte de magia.
De un relato simple y
poco convincente, pasamos a la erudición de Umberto Eco, con su novela Número cero. En lugar de una trama
gótica, escoge un escenario moderno, dentro del mundo periodístico. Un proyecto
que parece inverosímil, un periódico que no sirve para ser publicado sino para
chantajear a los grupos de poder, pero que es dirigido según la ética del
propietario, amoldada a sus preferencias y necesidades. Para este singular
periódico, son reclutados los personajes de esta historia, cada uno con grandes
capacidades, que sirven para el propósito de construir noticias con intenciones
perversas. ¿Fue un doble realmente quien fue linchado en lugar de Mussolini?
¿Son realmente teorías las conspiraciones, o son historias creadas para que el
público suponga que son invenciones?
Con una incisiva crítica
política y con una muestra de cómo la historia puede ser manipulada, los
personajes de este periódico se enredan en una trama de suspenso y persecución,
donde hay muertes y paranoias que parecen un reflejo convincente de lo que
sucede en los círculos de poder.
El ciclo se cierra con Tríptico de la infamia, de Pablo
Montoya, obra con la cual el colombiano ha sido galardonado con el premio
Rómulo Gallegos. Es un homenaje al arte, que en algún momento recuerda obras
que son hitos del arte pictórico flamenco, pero que realmente se centra en tres artistas que
relatan en sus obras los horrores cometidos en nombre de la religión en el
siglo XVI, tanto en Europa como en la recién descubierta América. Una narración
de tinte histórico, con tres narradores distintos, cada uno correspondiente a
uno de los artistas que plasmó la muerte y la masacre en sus obras. El cuarto
narrador es el mismo autor, que en momentos se inmiscuye en el relato y se nos
presenta como un personaje que logra meterse tanto en su investigación de esta
faceta macabra del arte, que llega al punto de ver y seguir uno de estos
artistas por las calles de una ciudad alemana, a pesar de los siglos que los
separan.
El primer pintor es
Jacques Le Moyne, quien viaja a América y es conmovido por el arte indígena, y sufre
en carne propia las heridas de una guerra de conquista en la que los
conquistadores terminan combatiendo entre ellos, hasta que logra escapar, con
una pequeña muestra de sus obras, para volver a Europa. El segundo pintor es
François Dubois, quien dedica su talento a una obra que revela los
desgarradores detalles de la masacre de San Bartolomé, por la persecución de
los protestantes de parte de los fanáticos católicos, ocurrida en París en
1572. El último artista de este tríptico es el grabador Théodore de Bry, quien
conoce y copia la obra de Le Moyne y es profundamente afectado al conocer la
pintura de Dubois. Aunque De Bry nunca viaja a América, se inspira en la Brevísima relación de la destrucción de
Indias, de Fray Bartolomé de Las Casas, para ilustrar la infamia de la conquista
española. Sus grabados muestran los detalles de las torturas y matanzas de los
españoles católicos, que él nunca vió. Un relato intenso y conmovedor, tanto
por los sentimientos que inspira hacia el arte, como por la detallada
descripción de las obras que los tres artistas elaboran como crítica a los
tiempos de horror. El tríptico es una crítica a los poderes religioso y
político cuyos intereses llevaron al genocidio de millones de nativos,
pobladores originales de este continente. Una obra especialmente fascinante
para quienes gusten del arte y de la historia. Una muestra de una profunda
investigación acerca de las vidas de estos tres personajes, que tienen en común
su protestantismo y que confluyen en la obra del tercero de ellos. Una novela
histórica muy bien fundamentada y descrita con gran elocuencia.
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