sábado, 8 de octubre de 2016

Lo leído, ¿quién nos lo quita?

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Lo leído, ¿quién nos lo quita?

Lo leído:

Intimidad de Hanif Kureishi
Los Niños de Carolina Sanín
La Carroza de Bolívar de Evelio Rosero
La Pasión Según G.H. de Clarice Lispector
El Libro de las Ilusiones de Paul Auster
La Guerra Perdida del Indio Lorenzo de Rafael Baena
Así Empieza lo Malo de Javier Marías
La Cena de Herman Koch
La Amiga Estupenda de Elena Ferrante
Hombres Buenos de Arturo Pérez Reverte
Homero, Ilíada de Alessandro Baricco
El Viaje de las Botellas Vacías de Kader Abdollah

Lo que no nos pueden quitar:
Comenzamos con una obra de un inglés de ascendencia pakistaní, Hanif Kureishi, titulada Intimidad.  Kureishi nos ofrece ofrece un relato crudo, incorrecto, realista y sin disimulos ni cuidado con lo que se expresa, alrededor de la idea de un abandono. Un personaje inmaduro, escritor y guionista cinematográfico, decide abandonar una relación familiar en busca de un supuesto progreso personal. El relato llega a ser reiterativo, quizá como el reflejo de las vueltas que el personaje le da en su cabeza a la dudosa convicción de que debe abandonar a su esposa e hijos. Comienza de manera intensa, pero a medida que el personaje reflexiona acerca de su impulso, quizá con los matices de la culpa y la inmadurez de su decisión, el narrador comienza a enredarse en detalles innecesarios o irrelevantes para la historia. Como su nombre lo indica, se trata de un relato íntimo cuyo desarrollo es lento, reflejo de la insatisfacción y la rutina agobiante en que supone que se ha convertido su propia vida.

Pasamos a la lectura de Los Niños, de la escritora, columnista y profesora de literatura bogotana, Carolina Sanín. Sanín nos presenta una historia extraña, a la que es difícil seguirle el hilo, quizá porque no lo tiene. Nos muestra la soledad de una mujer mezclada con la soledad de un niño que aparece de manera misteriosa y poco creíble en su vida, con los esfuerzos de ella por imponer una relación sin que parezca tener las herramientas para entablarla. En algunos aspectos parece tener sustento en una investigación superficial acerca de los procesos burocráticos relacionados con la adopción en Colombia, pero en otros aspectos la escritura resulta pobre y sin adecuado desarrollo. Hace una referencia a Moby Dick que parece, a lo sumo, tangencial, pero a la vez parece suponer que sus lectores deben haber estudiado a Melville en profundidad. Sorprenden las reseñas tan elogiosas para un relato que a veces se pierde en sueños o alucinaciones personales que en nada aportan a la historia, y que haya sido comparada con un cuadro de Hopper por su supuesta representación de la contemplación personal. Aunque se espera que todo libro tenga sesgos personales del autor, cuando proliferan los detalles que no parecen necesarios o creíbles, la historia pierde rumbo e interés. El libro puede ser el reflejo de los momentos de lucidez o confusión de la autora. En él se encuentran pasajes de difícil comprensión, mezclados con algunos fragmentos bien contados, pero que resultan en una historia que no satisface ni deja mucho en este lector.


Seguimos con otro bogotano, el reconocido escritor Evelio Rosero, con la obra que fue galardonada con el Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura en el año 2014, La Carroza de Bolívar. Se trata de una arriesgada y profunda investigación que, a través de una elaborada narración, resulta en un paralelismo entre el momento político vigente en el país y algunos apartes no muy conocidos de la historia del paso de Bolívar por Pasto. Una «desmitificación» de Simón Bolívar que causa controversia entre los historiadores y promotores de la imagen del Libertador como héroe. En esta novela también hay un paralelismo entre el ambiente de carnaval y la farsa de la memoria histórica.  Se revela el desengaño con la versión histórica que presenta a Simón Bolívar como un héroe, y la intención de revelar públicamente, en el marco de un carnaval burlesco, los resultados de una investigación acerca del verdadero papel de este personaje en la historia del país. La imagen de ese libertador es defendida desde diferentes perspectivas, tanto la oficial, representada por la alcaldía, como la subversiva, representada por los guerrilleros. En medio del carnaval con que comienza el año, aparecen los disfraces de la estupidez, en forma de asnos que finalmente terminan a patadas con el autor de la carroza de la discordia, con la que se pretendía revelar a Bolívar y a sus actitudes abusivas y poco heroicas con la gente de Pasto. Una muy interesante, poco conocida y bien contada faceta de la historia nacional.

La brasileña de origen ucraniano Clarice Lispector es la autora de La pasión según GH.
Un relato que carece de hilo conductor, quizá demasiado íntimo y probablemente tan personal que no parece haber sido pensado para el público sino como una especie de diario. La advertencia de la autora al comenzar el libro hace suponer que no era de su interés que muchos lo leyeran: «Este libro es como cualquier libro. Pero me sentiría contenta si lo leyesen únicamente personas de alma ya formada». A lo cual cabe añadir que es un libro para unos pocos, para los que se atreven a contemplar el abismo de un ser que se encierra en sí mismo para reconocer su propia repugnancia, a través de una serie de reflexiones personales de difícil comprensión.  La referencia de la cucaracha y el líquido blanquecino que se revela al aplastarla le ha dado un matiz kafkiano a este relato que, como la impresión que suele asociarse al insecto, termina en las ganas de no tener nada que ver con él.

Del norteamericano Paul Auster leímos El Libro de las Ilusiones. Una trama de finales de los años ochenta en la que narra la depresión en la que cae un profesor universitario luego de perder a su esposa e hijos en un absurdo accidente. En medio de su tristeza, descubre la película de cine mudo de un desaparecido actor, que además de ser el primer momento de risa luego de varios meses de tristeza y desolación, logra despertar su interés por investigar acerca de su biografía, hasta el punto de convertirse en experto en la vida y obra este actor, un tal Thomas Mann.  Como en otras de sus obras, Auster desarrolla extensamente a un personaje ficticio, y usa personajes que se aíslan del mundo para reaparecer luego de muchos años. Se trata del relato de varias vidas en busca de ilusiones. Cada personaje tiene una dura historia y una historia de la ilusión de una reivindicación consigo mismo. Los personajes principales son ampliamente desarrollados y las descripciones a las que nos ha acostumbrado Auster son muy detalladas. Como el actor de cine cuya biografía es el hilo conductor de la novela, la trama resulta de tinte cinematográfico, para que al final, como las historias dentro de la historia que abundan en la novela, el hilo conductor se entrelace con uno de esperanza o de ilusión.

Rafael Baena fue un escritor, periodista y fotógrafo sincelejano, de quien leímos La guerra perdida del indio Lorenzo. Centrada en el momento histórico de la separación de Panamá de Colombia, la narración comienza con una carta donde se revela el papel de un poco conocido personaje de la historia nacional, Victoriano Lorenzo, un general indígena panameño y su importante participación en la Guerra de los Mil Días. Un relato detallado en la que resalta el excelente uso del lenguaje por parte del autor, además de su profundo conocimiento de la historia del país. Como suele suceder con las reseñas históricas –o con las novelas de tinte histórico- se revela cómo se repiten los errores que han llevado a las guerras y cómo no parece que quede lección alguna de esos conflictos, que resultan en un parecido sorprendente con la actualidad nacional, donde se hace evidente la torpeza de la clase política para dirigir a una nación.

Pasamos a la lectura de Así empieza lo malo, de un viejo conocido de nuestra tertulia, el madrileño Javier Marías, quien ocupa el sillón de la «R» como miembro de número de la Real Academia Española, lo que da cuenta de la prolijidad con la que escribe. Otra historia llena de detalles y de personajes extensamente desarrollados, con historias entrelazadas alrededor del misterio acerca de una relación de pareja que se ha dañado por un secreto mal guardado, o revelado de manera tardía e inoportuna. El título hace referencia a una frase de Shakespeare «Así empieza lo malo y lo peor queda detrás» (Thus bad begins and worse remains behind), que a su vez se refleja en que siempre, a pesar de los malos momentos, hay esperanza de mejorar. Otra historia en la que uno de los personajes centrales tiene que ver con la industria del cine, quizá como analogía del manejo de las ilusiones representadas en el séptimo arte. Este director de cine no puede verlo todo con la claridad que supone su oficio, pues lleva un parche en un ojo que, como mínimo, compromete su visión binocular, sin hablar de los puntos de vista que se ha perdido a lo largo de su vida.  Un relato que está relacionado con la historia de España, en la que hubo momentos en que fue necesario callar para sobrevivir, callar lo que se sabe y vivir una verdad individual e íntima que puede ser muy distinta a la vida que se muestra. En un mismo entorno familiar, las historias personales pueden tener versiones muy distintas según lo vivido por cada cual y según las necesidades de cada uno, con matices y secretos que pueden conocerse, pero de los cuales no se habla. Al final, luego de la aparente necesidad de usar tantas palabras, lo más importante puede ser no usar las palabras, mantener un tácito silencio que hace que no sea necesario revelar lo que se sabe ni explorar cuánto se sabe.

Como en otros años, saltamos de un país a otro con nuestras lecturas, que además nos han llevado a viajar por el tiempo. De Holanda, el autor y actor Herman Koch, con su éxito de ventas La cena, que ha sido traducida a una veintena de idiomas. Una oscura historia de los tiempos modernos, basada en un hecho real ocurrido en España, donde unos muchachos prendieron fuego a una indigente que dormía en un cajero automático. Muestra la sociopatía como una mezcla de factores externos e internos que forjan este tipo de personalidades. Sugiere un factor biológico predominante, casi como una excusa para no asumir la responsabilidad por la violencia de un padre que al principio se muestra preocupado por los actos de su hijo, pero que poco a poco se revela como un personaje violento e intolerante. Ambientada en un restaurante lujoso, que además es criticado severamente por uno de los protagonistas, la novela muestra una reunión de dos hermanos con sus esposas, que discuten acerca del futuro de sus hijos. Es una crítica a la ética de creciente vigencia, a algunos modelos educativos y a la postura que justifica los medios para alcanzar cualquier fin, a la vez que critica al resurgimiento del racismo en Europa. Aunque es poco creíble que se haya escogido un restaurante como escenario para tratar temas privados y de gran trascendencia, es precisamente ese escenario el que permite presentar la idea de una supuesta familia feliz, pero claramente disfuncional, que enmarca la discusión de un asunto de gran importancia en un contexto artificial. Aunque por momentos la narración se pierde entre saltos temporales, es capaz de describir con detalle la frialdad de sus personajes y su postura calculadora, que lleva a una violencia que, a lo largo de la narración, pasa de ser soterrada a convertirse en una manifestación explícita y cotidiana.

Recientemente se reveló que Anita Raja es la supuesta verdadera identidad de Elena Ferrante, de quien leímos la primera de una larga tetralogía de relatos de dudoso interés, aunque de indudable éxito en ventas. La amiga estupenda es una historia inconclusa de costumbrismo napolitano, una muy extensa narración que no se resuelve en este tomo, y muy probablemente tampoco llegue a un cierre en el segundo ni en el tercer volumen de esta larga historia de la amistad entre dos mujeres, que comienza en su niñez. Dos amigas con una aparente relación de dependencia mutua en un ambiente relativamente violento, el del Nápoles de mediados del siglo veinte, pero más precisamente el de uno de los barrios pobres de esa ciudad. La autora es cuidadosa en sus extensas descripciones y «atrapa» con la idea de que una de las protagonistas, ya adulta, ha desaparecido, oportunidad que sirve para que la otra cuente la historia de su amistad y se remonte a la época de su niñez. El extenso relato muestra unos pocos años de la niñez tardía y adolescencia de estas dos amigas, que tienen en común su espíritu competitivo y su ilusión, a veces compartida, de poder salir de su barrio hacia un mundo mejor. Pero la narración también parece una trampa comercial, en la que se obliga al lector a comprar el siguiente volumen si quiere conocer el desenlace de la historia de estas niñas. Tanto es así, que al final del primer tomo, hay un adelanto del siguiente, como en las «sagas» de las películas recientes, que incluso recurren a contar sus historias en desorden, donde la siguiente película pueda ser situada antes de la historia ya revelada, con el único fin de conseguir ingenuos que puedan estar interesados en los hechos que supuestamente  ocurrieron antes, truco conocido como «precuela». No se puede negar que la prosa tiene puntos de interés, pero tampoco que tiene apartes cuyos detalles y extensión resultan agobiantes y probablemente innecesarios. Digo probablemente, pues queda la sospecha de que algunos de ellos sean aprovechados en los siguientes tomos, lo cual no me causa el interés suficiente como para averiguarlo.

Seguimos con otro español, el periodista y novelista Arturo Pérez Reverte, también conocido en nuestro grupo de amigos lectores y reconocido por su prolífica obra y también por el cuidadoso uso del idioma. Otro miembro de la Real Academia Española, que ocupa el sillón de la «T» en esa antigua institución dedicada al cuidado del idioma español, cuyo lema, que da cuenta de su interés por proteger la lengua, reza: «Limpia, fija y da esplendor». Precisamente, Hombres buenos es un relato hábilmente construido para darle verosimilitud a un episodio histórico relacionado con la Real Academia Española. Con detalles que tienen sustento en documentos reales, Pérez Reverte fabrica una historia en la cual sus protagonistas resultan completamente creíbles, dos personajes disímiles a quienes se les asigna la curiosa misión académica de conseguir en París un ejemplar completo de los veintiocho tomos de la Enciclopedia de D’Alembert, obra de la razón considerada prohibida en ese momento. La trama consiste en creer que los personajes realmente existieron y que la novela se basa en hechos y no en la ficción. Con alguna escasa información cierta, el autor crea una obra que parece tener el peso de la documentación –también inventada- que es coherente con el momento histórico en que se desarrolla. Pérez Reverte utiliza con maestría el recurso de recordar al lector que está leyendo una obra de ficción, y acude a la técnica de la metanovela, en la que el autor revela algunos de los detalles de su propio proceso creativo para lograr contar esta historia, donde también inventa obras suyas que no ha escrito, con títulos sugerentes que invitan a buscarlas o a esperarlas, al encontrar que no existen. Esto hace que la novela pueda ejecutar saltos temporales acrobáticos entre el supuesto momento histórico de 1781, y los tiempos modernos, en los cuales el mismo Pérez Reverte (o quienquiera que sea el narrador) cuenta de sus viajes en busca de los caminos españoles y franceses que pudieron recorrer estos supuestos personajes históricos en su misión bibliográfica. La técnica de las historias paralelas evoca a aquella película de 1981, La esposa del teniente francés, que muestra una relación tormentosa de la época victoriana, entremezclada con el drama que surge durante la filmación de esta misma película entre los actores modernos que la protagonizan. Con la habitual pulcritud de su prosa, no sorprende que Pérez Reverte haya logrado una convincente estampa de la época, ni que sus personajes, también académicos de la lengua, se expresen con tanto gusto y con tanto cuidado por el idioma español. En la novela hay varias historias dentro de la historia principal, cada una bellamente elaborada, con las que el autor logra una mezcla balanceada entre ficción y realidad que resulta en una obra muy entretenida.

Alessandro Baricco, el novelista, dramaturgo y periodista italiano que también hemos leído antes, se embarcó en la idea de hacer una lectura pública de La Ilíada de Homero. Pero la épica obra original no fue escrita en un lenguaje sencillo o que sea fácil de comprender para todos. Baricco emprende una tarea titánica y loable, la de llevar esta epopeya griega del siglo séptimo antes de Cristo a una versión moderna, en la que conserva los personajes principales y les da voz propia, con un lenguaje que remplaza la técnica poética del verso hexámetro por una prosa centrada en el histórico conflicto. Homero, Ilíada es una historia necesaria, que muestra lo que ya sabemos: que la historia se repite. Esta narración bélica muestra cómo la violencia hace parte de la naturaleza humana. En un momento en el que se viven en el país diferencias de opinión entre la pertinencia de un proceso de paz y la necesidad de obstaculizarlo, parece oportuna la lectura de esta historia de una larga guerra, de las trampas y engaños que la perpetuaron y de las caprichosas posiciones personales que la alimentaron.

Este ciclo anual de páginas se cierra con la obra de un exiliado político persa en Holanda, el físico y escritor Hossein Ghaemmaghami Farahani, quien adoptó el seudónimo Kader Abdollah, el cual corresponde a los nombres de dos de sus amigos en Irán que fueron ejecutados por oponerse al régimen de los ayatolas.  Su primera novela en idioma holandés, El viaje de las botellas vacías, narra la experiencia de un joven iraní que emigra a Holanda y sufre las mismas dificultades que tuvo el autor al enfrentarse a la cultura occidental y a una lengua muy distinta a la suya, que lucha por aprender para ser entendido en el idioma que ahora es local. Es la historia de un exilio personal, obligado, con su consecuente desubicación. Es un viaje que no tiene sentido ni tiene clara explicación, y que se parece a la colección de botellas del abuelo, que, a pesar de contar con una anotación en su etiqueta que trata de reseñar el motivo para haberlas vaciado, la ocasión para haberlas bebido, después de mucho tiempo de estar almacenadas         –como los recuerdos­– dejan de tener sentido y resulta imposible leer sus etiquetas o reconstruir su importancia.  El joven iraní llegó a una cultura que no logra comprender, y, a la vez que pierde gradualmente su relación con la única persona de su mismo origen en el pequeño pueblo holandés donde vive, que es su esposa, entabla una relación que quiere considerar como una amistad. Cuando cree haber encontrado esa amistad, también la pierde. Los problemas de comunicación no son solo transculturales, como lo ejemplifica el hecho de que otro de sus «amigos» prefiere comunicarse por radio con anónimos distantes que con quien se encuentra en su casa. El exiliado termina por olvidar el origen de su viaje y de su vida, y queda atrapado en un mundo extraño, donde encuentra que hasta la luz del sol es distinta a la de su país natal, con una vida vacía, como las botellas del abuelo.

Este viaje anual de páginas leídas comienza de nuevo, con el ánimo renovado por la curiosidad hacia los mundos nuevos por conocer…